Hagan juego

22/02/2019 - 14:03 Jesús de Andrés

Supongo que a ustedes también les ha llamado la atención el surgimiento en los últimos años de multitud de casas de apuestas, de locales para el juego.

La epidermis de las ciudades está asociada a la renovación urbanística, a esas obras que ahora, en periodo preelectoral brotan como las flores en primavera. También al comercio, que construye tejido social y da personalidad a sus calles, llenándolas de vida y color. Todos lamentamos la desaparición de viejos negocios, de aquellas tiendas y bares cuyos escaparates formaban parte de nuestra memoria colectiva y eran seña de identidad. Desaparecen los viejos comercios, las jugueterías, las pastelerías de toda la vida, las librerías clásicas y las tiendas de discos; se abren y cierran bares aquí y allá. Algunos establecimientos tuvieron una vida corta, como los videoclubs y otros negocios asociados a una tecnología puntual, otros resisten contra viento y marea. 

Supongo que a ustedes también les ha llamado la atención el surgimiento en los últimos años de multitud de casas de apuestas, de locales para el juego. Tras una apariencia oculta, que no muestra lo que hay dentro, nuestra ciudad, como las del resto de España y del mundo, ha sido invadida por estos locales, cuya apariencia externa está a medio camino entre el casino clandestino, el club reservado y el puticlub. No interesa que se vea quién está dentro, ni quien está en su interior -es un suponer- quiere ser visto. Su presencia física está acompañada de las mayores campañas mediáticas que se han podido ver nunca. La publicidad es constante en la red y en televisión. Actores, presentadores, futbolistas y deportistas de todos los ámbitos animan a apostar, a jugar en sus locales o a través de internet. Se trata de un sector económico que está creciendo un 30% anual, y no es una errata. Sus usuarios, jugadores activos, son ya más de dos millones y medio en España. No es de extrañar que dediquen a la publicidad más que cualquiera de las marcas más conocidas (léase El Corte Inglés, Orange, Vodafone o Renault, por ejemplo). 

Un negocio más, podría pensarse a simple vista. Pero no es sólo un negocio, es una trampa que genera adicción y esta a su vez problemas sociales que al final pagamos todos. Las máquinas tragaperras, como las apuestas deportivas online, están diseñadas para que el usuario pierda. La banca siempre gana. Emparentadas con la industria del videojuego, que mueve más dinero que el cine o que cualquier otra actividad de ocio, las empresas de apuestas lanzan sus redes sobre los más pequeños a través de mecanismos de recompensa psicológica, abonando el terreno de futuros jugadores que mañana apostarán su dinero. O se limita su publicidad, abusiva en programas deportivos, como ya se hizo en el caso del tabaco o de las bebidas alcohólicas de alta graduación, o en breve -cuando sea tarde- nos lamentaremos del daño social causado.