Haití y el horror
01/10/2010 - 09:45
El comentario
Esther Esteban Periodista
El horror está en Haití bajo todas las formas posibles e imaginables. A las imágenes desoladoras de una ciudad fantasma- tras las primeras horas del devastador terremoto- se han ido sumando día a día las escenas de dolor y desesperación y más tarde el país se ha convertido en un lugar donde reinan el pillaje y el caos.
Nos cuentan los reporteros y voluntarios que se han trasladado al lugar que el aeropuerto de la capital, vinculo entre la isla y el resto del mundo está prácticamente tomado por militares estadounidenses que intentan organizar como pueden la llegada de ayuda pero con resultados inciertos.
Es verdad que el mundo entero se ha movilizado, como también lo es que la ONU no ha estado a la altura de la circunstancias. Su cabeza visible Ban Ki Moon tras proclamar que Haiti sufría una de las más serias crisis humanitarias de la zona ha estado desparecido y no se ha trasladado allí hasta una semana después de la catástrofe. Lo hecho, hecho esta y lo de menos ahora es la miserable pelea en la que se han enzarzado los países más poderosos para ver quien lidera la reconstrucción. Supongo que a los haitianos sumidos en su dolor y arrasados por la miseria lo que menos les importa es de quien es la mano amiga que se les tiende y que sus estómagos vacíos y sus cuerpos malheridos solo reclaman ayuda sin importarles lo más mínimo su procedencia. Llevan doscientos años de invasiones, ocupaciones, generas civiles, dictaduras y atropellos para que ahora, tras el desastre, Estados Unidos, la ONU, la Unión Europea y América Latina se enzarcen buscando chivos expiatorios en la gestión del mismo.
En Haití se ha instado el horror bajo todas las formas posibles y se han dado cita, sin posibilidad de encontrar el equilibrio, lo mejor y lo peor de la condición humana. Estábamos a punto de rescatar a una niña de los escombros. Ya la teníamos liberada hasta la cintura. Se oyeron disparos y los escoltas nos tuvieron que sacar precipitadamente. Nos dijeron que o moría la niña o moríamos nosotros ha comentado consternado el coordinador del equipo de rescate español. Imaginar la escena te deja sin aliento y da una idea del caos que se vive en Puerto Príncipe. Los disturbios y saqueos se hacen incontenibles y la poca policía haitiana que intenta poner orden, disuelve a los saqueadores a tiro limpio. Es como una espiral maldita donde la falta de seguridad impide la llegada de alimentos y medicinas y como estos no llegan aumentan los saqueos y la violencia. En las calles devastadas se ven cadáveres ardiendo en cada esquina porque en las fosas comunes no se da abasto. Haití parece dejada de la mano de Dios y quienes pueden echar una mano siguen entretenidos en estériles peleas. ¡Así es, muy lamentablemente, la condición humana¡.
Es verdad que el mundo entero se ha movilizado, como también lo es que la ONU no ha estado a la altura de la circunstancias. Su cabeza visible Ban Ki Moon tras proclamar que Haiti sufría una de las más serias crisis humanitarias de la zona ha estado desparecido y no se ha trasladado allí hasta una semana después de la catástrofe. Lo hecho, hecho esta y lo de menos ahora es la miserable pelea en la que se han enzarzado los países más poderosos para ver quien lidera la reconstrucción. Supongo que a los haitianos sumidos en su dolor y arrasados por la miseria lo que menos les importa es de quien es la mano amiga que se les tiende y que sus estómagos vacíos y sus cuerpos malheridos solo reclaman ayuda sin importarles lo más mínimo su procedencia. Llevan doscientos años de invasiones, ocupaciones, generas civiles, dictaduras y atropellos para que ahora, tras el desastre, Estados Unidos, la ONU, la Unión Europea y América Latina se enzarcen buscando chivos expiatorios en la gestión del mismo.
En Haití se ha instado el horror bajo todas las formas posibles y se han dado cita, sin posibilidad de encontrar el equilibrio, lo mejor y lo peor de la condición humana. Estábamos a punto de rescatar a una niña de los escombros. Ya la teníamos liberada hasta la cintura. Se oyeron disparos y los escoltas nos tuvieron que sacar precipitadamente. Nos dijeron que o moría la niña o moríamos nosotros ha comentado consternado el coordinador del equipo de rescate español. Imaginar la escena te deja sin aliento y da una idea del caos que se vive en Puerto Príncipe. Los disturbios y saqueos se hacen incontenibles y la poca policía haitiana que intenta poner orden, disuelve a los saqueadores a tiro limpio. Es como una espiral maldita donde la falta de seguridad impide la llegada de alimentos y medicinas y como estos no llegan aumentan los saqueos y la violencia. En las calles devastadas se ven cadáveres ardiendo en cada esquina porque en las fosas comunes no se da abasto. Haití parece dejada de la mano de Dios y quienes pueden echar una mano siguen entretenidos en estériles peleas. ¡Así es, muy lamentablemente, la condición humana¡.