Hasta siempre

30/12/2018 - 15:34 Javier Sanz

Toca bajarse del papel a fin de año, cuando Valerio ha puesto en hora a los autónomos, Trump no saca el corverjón del barro, Messi engaña a las liebres y está por verse quién luce el clavel de la Diputación en el ojal, esta primavera.

Ciento y muchas columnas quedan atrás, sin un tachón, sin una “sugerencia” por teléfono o por email para bajar el tono por mucho que rompiera ya desde el título con insolencia, tal que la semana pasada maldiciendo a un asesino. Un trago de Bloody Mary cada viernes, procurando servirlo nivel bar del Palace, a veces más agitado a veces vertido pausadamente con suave jazz de fondo, a sabiendas con McLuhan de que las noticias que das hoy mañana servirán para envolver el pescado. El periodismo de provincias tiene el discreto encanto de la bola blanca que rebota en los márgenes de goma de la mesa de billar que son los límites de la propia provincia, va y viene y a veces impacta con la roja y cantas bingo sobre el verde de un tapete, cuando con no hacer un siete en éste ya tenías bastante.

Sucede que las horas no se estiran y va uno con la lengua por rastrojo, por decirlo fino una vez, y llega el motorista del miércoles por la tarde y te coge en mangas de camisa, con lo cual tienes que dejarlo todo, ponerte la americana, anudarte la corbata, levantar la tapa del ordenador como el pianista y cribar las partituras que has ido pescando en el papel, el móvil o en la acera, a pie de obra, mientras el de la moto se toma un café en el bar de la esquina. La cosa es que el lector no se apee en el primer punto y aparte, y menos que se tire en marcha en el primer párrafo, para burla burlando cuadrar el soneto que encarga el director Violante; el motero agarra el folio y sale para la redacción, donde aguarda un recuadro en el que entra una vez cepillados los márgenes, y a correr por kioskos o pantallas. El proceso, aunque su chasis padece que lo vuelve automático, se va gripando porque el reloj no da de sí y tampoco es cosa de torear de alivio, ya vendrán tiempos mejores cuando el reloj marque la hora XXVI.

Toca bajarse del papel a fin de año, cuando Valerio ha puesto en hora a los autónomos, Trump no saca el corvejón del barro, Messi engaña a las liebres y está por ver quién luce el clavel de la Diputación en el ojal, esta primavera. Hay material hasta en diez niveles, que es lo peor que le puede pasar al columnista pues una semana lánguida pare un artículo negro como si enterraran al Papa, a Manolete o a una Infanta vieja a las cinco de la tarde y bajaran los ángeles de El Greco a disputarse el cadáver. Y en estas toca retirarse antes de que suene el viento en la grada y haya que salir de naja. Con un hasta siempre, que no adiós. Hay tela que cortar, que el 19 viene zumbón y se prometen hasta centenarios de cinco veces, rematados con una revolera.