Hita, otra vez

27/07/2025 - 12:30 José Antonio Alonso/Etnólogo

Una vez más, el primer fin de semana de julio, hemos estado disfrutando del veterano 'Festival', que va engrosando su oferta, con el paso del tiempo, sin perder sus referentes medievales.

Este año la villa ha celebrado la LXIII edición de su Festival Medieval. El evento que propusiera y liderara Manuel Criado del Val, con la colaboración, en sus inicios, según alguna fuente, de la Casa de Guadalajara en Madrid (https://nuevaalcarria.com/articulos/la-fundacion-del-festival-de-hita-), goza, desde hace tiempo, de la vitola de “Fiesta de Interés Turístico Nacional” y  fue declarado  Bien de Interés Cultural, en 2021, títulos ganados a pulso por sus vecinos y su Ayuntamiento, con el apoyo continuado de la Diputación Provincial y con el de otras instituciones, como la Junta de Comunidades, personas y colectivos que fueron incorporándose, paulatinamente. Veo los logos de las entidades colaboradoras en este año, y me salen 19, si bien es cierto que algunos pertenecen a un mismo colaborador, que multiplica así su presencia en la cartelería.
A las instituciones más conocidas se han ido uniendo, como digo, otras muy significativas. La Cátedra Arcipreste de Hita, de la Universidad de Alcalá viene organizando un “Encuentro Medieval “, en torno a la figura del Arcipreste. Este encuentro puede suponer un  revulsivo necesario para los cimientos teóricos de  la actividad cultural de la villa, y para que la llama del Arcipreste siga alumbrando, desde el pasado, también en los momentos actuales.

Danza de Majaelrayo en Hita, 1986. Foto: José Antonio Alonso.
Con el tiempo, el  programa del Festival ha ido engordando –mejor, en este caso, seguir el ejemplo de Don Carnal que el de la rígida Doña Cuaresma-, de modo que la actividad ha ido multiplicándose y enriqueciéndose, sin dejar de tener en el teatro y en los espectáculos medievales su centro y su razón de ser.
Pero no quiero yo, en estas líneas, hacer de cronista del evento, que para eso tienen la localidad, la provincia y  hasta la corte, reputados profesionales que, puntualmente, van dando noticia de lo que acontece a los pies de ese perfecto cerro testigo, durante  el primer fin de semana de julio y a lo largo de todo el año; porque Hita ha multiplicado, en su renacer,  la actividad cultural y, con ella, el noticiero de lo que se viene cociendo por este “fito” o hito, que, según parece, acabó dando nombre a la localidad.
Hita, efectivamente, es un lugar de peregrinación cultural. Las gentes de Guadalajara vamos, de vez en cuando, a dar una vuelta para disfrutar, para ponernos al día, para saludar al personal. Es un lugar de encuentro con los paisanos, con los vecinos. Vamos a Hita a ver teatro, a fotografiar las botargas, a bailar al son de las dulzainas, a ver desfilar a los caballeros, con sus briosos corceles y sus relucientes armaduras, en ese viaje por el tiempo al encuentro del Medievo…En Hita la cerveza entra mejor, porque el sol de justicia del julio mesetario calienta el ánimo y pide a gritos algo fresquito con que refrigerar el gaznate.
Después de Hita han venido muchas fiestas “de la Historia” en la provincia, pero Hita fue el principio de las recreaciones, tal vez por eso su festival se ha convertido en una cita obligada con la cultura  y permanece,  como un “hito”, al socaire de los lustros y los vientos.
Hita es un legado secular en el que destaca la herencia de Juan Ruiz, el arcipreste juguetón y enamorado que no entendía las razones del celibato, rodeado como estaba de mujeres hermosas, creadas por  el mismísimo Dios, como nos recordaba el otro día Pepe Rey en su charla sobre el Libro de Buen Amor, “Amor” que, año tras año, es recibido en el palenque hiteño por “clérigos, legos, frailes, monjas, dueñas y juglares” en una de las escenas más entrañables del Festival. 

Cortejo de don Carnal. 2015. Foto: José Antonio Alonso.
Es, precisamente, en ese pasaje del libro donde aparecen citados un montón de instrumentos que, como buen músico que era, nuestro Arcipreste conocía a la perfección. Ese repertorio instrumental es  un documento único para el estudio de la organología medieval, referencia obligada para investigadores, lutieres y músicos, y que, en la pasada edición del festival, volvimos a  recordar con una proyección de  imágenes en la Casa del Arcipreste.
Hita es el ejemplo de que las cosas pueden hacerse bien, poco a poco, mejorando con los años, dejando que cada uno, empezando por los propios vecinos, tenga el protagonismo necesario, aportando cada cual su imprescindible colaboración. Hita es, cada vez más, el resultado de un esfuerzo colectivo. Aquí no sobra nadie.
Pero Hita es también un referente patrimonial. Todavía hay gente -cada vez menos- que piensa que el cuidado del patrimonio es cosa de una élite de intelectuales, y que, en la práctica, no conlleva ventaja alguna. Hita es un ejemplo palpable de que esa tarea merece la pena, y puede ser útil para el progreso de las comunidades, para la reactivación de su pulso vital y  su economía, porque sirve de argamasa que ayuda a unir los individuos y  las voluntades y a fijar población. ¿Alguien se imagina lo que sería Hita sin su Arcipreste, sin el Libro de Buen Amor, sin su decano Festival Medieval?
Pues en Hita estuvimos el fin de semana, umbral de julio, compartiendo músicas y sentires. A mí me tocó, en otro tiempo, por razón de trabajo y también de querencia al evento, claro, asistir, año tras año, al festival, atendiendo a las botargas y músicos, acompañando a los artesanos y danzantes de la Escuela de Folklore. Fueron aquellos años de transición y de relevo, en los que el pueblo de Hita, con su Ayuntamiento al frente, tomó un especial protagonismo que ya no abandonaría. Siempre que vuelvo a Hita recuerdo el afán de nuestro querido Javier Borobia y de otras muchas gentes del mundo de la cultura, que se entregaron a la tarea de impulsar el Festival Medieval que, en buena hora, ideara Manuel Criado del Val.

Una escena en el palenque. 2025. Foto: José Antonio Alonso.
Desde entonces Hita no ha dejado de evolucionar, de transformarse y de adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder su esencia, su vínculo con la historia y la literatura, con las artes escénicas y tradicionales; con su razón de ser, en una palabra. El Arcipreste y su obra son valores imperecederos que siempre están ahí, porque cada momento de la historia aporta nuevas lecturas y matices que hay que seguir descubriendo y valorando, ya que son una fuente inagotable para la investigación, la puesta en escena, la creatividad y el goce de los sentidos.