Holocausto, si; ese es su nombre

20/11/2014 - 23:00 José Serrano Belinchón

Cuesta trabajo poderlo creer, pero por este camino nos acostumbraremos a considerar como un hecho normal que los medios de información nos saluden cada mañana con noticias como las que de un tiempo a hoy nos entran por los ojos o por los oídos; noticias que entumecen el ánimo de los que creemos convivir entre gente civilizada, habitantes de un mundo con una reata de siglos intentando ser y vivir mejor. Pues de una manera u otra es raro el día en que no tenemos algo que lamentar en relación con el respeto a la vida humana, es decir, con la muerte producida por violencia en sus más diversas manifestaciones, cuando sólo por el hecho de nuestra condición debemos defender a toda costa el derecho a vivir. La cultura de la muerte que alcanza generación tras generación, milenio tras milenio desde la aparición del hombre sobre la tierra, no es nada nuevo; un producto de la débil condición de la especie humana que, envuelto con otros intereses, llevan al individuo a regirse como señor del mundo, de vidas sobre todo, buscando como solución a sus deseos el disponer libremente de la de sus semejantes, haya o no razón para ello, que cuando anda en juego la vida humana, nunca la hay. Ayer un crimen pasional por un quítame allá esas pajas; antesdeayer el secuestro de cuarenta y tres jóvenes de los que no se ha vuelto a saber, mañana ya veremos. Y dentro de la “legalidad” o fuera de ella, cada día mueren en el mundo millones de personas, niños sobre todo, a los que no se les da la oportunidad de contemplar la luz del día, pues las que fueron sus morfologías inconclusas acaban en los cubos de basura, cuando no en laboratorios de investigación o en la fabricación de cremas de caro coste.
Son criaturas humanas, ciudadanos en ciernes a los que la razón de la fuerza les hace imposible llegar a serlo, precisamente cuando en los países desarrollados, Europa y América, nos son más necesarios pensando en esa sociedad con la que soñamos y que, de seguir así, no llegará nunca, sino más bien la penuria, el dolor y la escasez, por falta de gente hábil en número suficiente capaz de enfrentarse con el futuro en un mundo cada vez más desigual, más injusto y más complicado como consecuencia. El aborto, paradigma del mas horroroso crimen de la sociedad en la que vivimos, no es sólo un error, como ya podemos a apreciar en la corta distancia con la falta de niños, futuros ciudadanos comprometidos en sacar adelante a un país de viejos, sino una cobarde vileza de la que algún día la Historia tendrá que pedir perdón después de sufrirla en sus carnes. En España se acaba cada día con la vida de trescientos no nacidos. Recordamos con dolor cómo apenas hace un mes nuestro presidente del Gobierno impidió que ese número disminuyese, al menos en el tiempo que le queda rigiendo los destinos del país, mandando al traste una ley en defensa del no nacido. Sobre su conciencia deberán pesar los miles de muertes inocentes que se produzcan a consecuencia de aquella decisión. Un hecho lamentable que mañana miles de españoles y extranjeros, votantes suyos la inmensa mayoría, se encargarán de recordarle.