Homenajes
Les contaré que esta semana he vivido dos momentos de los que dejan huella. Dos homenajes merecidos a dos hombres entregados al arte en sus múltiples facetas, dos personas íntegras que no quieren saber nada del poder ni de sus ornamentos.
Regresaba este miércoles en el AVE cuando un viajero, por el pasillo, dijo a otro: “¿Has visto lo de Pedro Sánchez?”. Inmediatamente busqué en el móvil y me encontré con la carta, la sorpresa, los odios raudos y las incógnitas abiertas. “Mira, ya tengo tema para el artículo de mañana”, pensé, buscando el lado bueno al asunto. La trama tiene su atractivo, su morbo político y hasta su enfoque literario. Se pueden conjugar los odios cainitas, la torpeza de las acciones presidenciales, la fuerza de los sindicatos del crimen, la alarmante deriva de algunos jueces, el apego al poder de unos, la morriña de otros, el manual de resistencia, el libro de instrucciones de acceso al poder, la estructura de wéstern, el personalismo en la política, el romance epistolar o, qué se yo, las figuras del héroe, el pícaro y el villano. Escuché después a unos y otros. ¿Y bien? Ni una sorpresa, ni un giro del guion, ni una frase improvisada. Todos previsibles, hablo de políticos y periodistas: de ser una quiniela, no hubiera fallado un resultado. Eso sí, las tintas más cargadas que nunca. A favor y en contra. El lunes se resolverá el misterio. Me da igual que sea una escaramuza estratégica o un sentido pesar fruto del dolor familiar. Ocupen sus localidades y disfruten del espectáculo. Yo, mientras, me niego a seguir hablando de ello.
Les contaré, por el contrario, que esta semana he vivido dos momentos de los que dejan huella. Dos homenajes merecidos a dos hombres entregados al arte en sus múltiples facetas, dos personas íntegras que no quieren saber nada del poder ni de sus ornamentos. Jesús Campoamor, que dio nombre a la biblioteca de la UNED de Guadalajara, y Luis Mateo Díez, premio Cervantes 2023, que inauguró una exposición a él dedicada en la Universidad de Alcalá. Un pintor y un escritor, ambos con muchas cosas en común. En la pintura de Jesús Campoamor desembocan su pasión por la luz, la evocación del paisaje, su recreación onírica y la búsqueda de la serenidad. En la escritura de Luis Mateo confluyen la memoria, los recuerdos de la infancia, la recreación de mundos imaginarios a partir de los recuerdos y la nostalgia. Campoamor inventa una Campiña y una Alcarria hechas con retazos de realidad y ficción; Mateo convierte en leyenda el recuerdo vivido. Ambos se alejan de la realidad construyendo su mundo particular, cautivador, con el pincel o la palabra. Evocar la concordia, rechazar la turbación, conservar la tranquilidad. Me quedo con ellos y su visión del mundo. No se ofusquen mucho con quienes piensan de otra forma. Al fin y al cabo, conviven ustedes con ellos.