Huelga de sexo
11/02/2011 - 00:00
La senadora belga Marleen Temmerman ha propuesto a las esposas de los negociadores de flamencos y valones recurrir a la castidad, hasta que sus parejas no logren ponerse de acuerdo para formar gobierno. Esta huelga de sexo, que puede resultar extravagante, es una llamada desesperada para que los belgas puedan formar gobierno 239 días después de que se hayan celebrado las elecciones y de que ambas partes sean incapaces de superar sus profundas diferencias. La senadora, ginecóloga de profesión, ha pensado que, dado que lo único que ambas partes parece tener en común son sus apetitos sexuales, conseguir la complicidad de las mujeres de los políticos de ambas comunidades sería la forma de romper el hielo y hacerlos reflexionar, cosa que de momento no ha ocurrido.
Que en Bruselas no hay manera de superar las discrepancias no tiene nada de ejemplar y menos de ejemplarizante de cara a los ciudadanos. Ya sabemos que en todos los sitios cuecen habas, pero aunque la credibilidad de la clase política este bajo mínimos en casi todo el mundo y la crisis haya venido a ahondar la desconfianza hacia los que nos gobiernan no es un asunto menor y debería encender las alarmas en los partidos políticos.
En España todas las encuestas sitúan a la clase política entre los principales problemas de los ciudadanos y se ha extendido como la pólvora una opinión de que los que se dedican a la cosa publica son una casta aparte, que defiende sus privilegios a costa de lo que sea con tal de mantenerse en el machito, cosa que no es cierta. Yo pertenezco a una generación -que primero luchó contra el franquismo y luego protagonizó la transición- que veía a la política como algo noble, como un acto de entrega y generosidad para favorecer el bien común y tal vez por eso rechazo completamente la idea de que quienes nos gobiernan, pertenezcan al partido que pertenezcan, son una panda de mangantes y chorizos que no hacer honor a su cargo. Entre los políticos -a quienes nosotros ponemos y quitamos con nuestro voto- hay de todo ¡claro está! por que son un fiel reflejo de nuestra sociedad, pero generalizar y hacer tabla rasa no sólo perjudica a la democracia, sino que cuestiona la médula del Estado de derecho y hay que poner freno a tal despropósito.
El auténtico cáncer de la clase política se llama corrupción y esta se combate con un único remedio: tolerancia cero. Si cada vez que hay el menor indicio de que un concejal, un alcalde, un diputado, un presidente autonómico o cualquier militante de base de un partido ha metido la mano en la caja se le expulsase fulminantemente las cosas no se verían igual y los ciudadanos no desconfiarían.
Todos los días los periódicos reflejan alguna corruptela menor o mayor y nuestros dirigentes suelen mirar hacia otro lado, temiendo que si señalan con el dedo acusador a un compañero se estén señalando a ellos mismos. Gran error. Ser permisivo con prácticas ilegales o simplemente poco éticas -ya se sabe que en política hay que serlo y parecerlo- es dar vía libre a la impunidad y alentar el todo vale. Todo eso sin olvidar el sectarismo, la miopía política y la falta de sentido y grandeza de estado que practican la mayoría de los líderes y que sólo conduce a un deterioro de las instituciones.
Supongo que la famosa huelga de sexo de los belgas se quedará sólo en una idea extravagante, pero, al menos, es una llamada de atención que ha conseguido que la noticia se lea en todo el mundo. En nuestro refranero popular hay muchas frases para definir tal propuesta porque ya se sabe que a veces mueven mas dos tetas que dos carretas...