Humillados y ofendidos

16/05/2011 - 00:00 Rafael Torres

 
Y, en consecuencia, indignados. Así están y se hacen llamar quienes, desafiando la propia apatía, se manifestaron el domingo en las principales ciudades españolas clamando contra los desmanes de la plutocracia, o sea, de la cleptocracia, que tanto nos humilla y nos ofende a todos. Por la insaciable codicia de los ricos, o de "los mercados" como se dice ahora, y por el entreguismo a ellos de los políticos que habrían de representar a los ciudadanos y defender sus derechos, los "indignados" del domingo, jóvenes la mayoría, se encuentran sin trabajo y sin futuro, pero también se encuentran ante el dilema poco menos que irresoluble de conciliar lo virtual y lo real, a fin de que su protesta llegue a donde tiene que llegar para que no se quede en simple desahogo, inocuo para los responsables del sindiós actual.
 
    O dicho de otro modo: ¿Cómo salta algo desde las redes sociales de Internet (lo virtual) a la calle (lo real) sin partirse la crisma? En el mundillo imaginario de las pantallas, donde uno puede figurarse que es quien no es, y que los demás son lo que no son, pues la propia naturaleza de la cosa es el anonimato y la invisibilidad, se puede jugar a lo que se quiera, particularmente a la revolución, pero en la calle, esto es, en la concreta y árida realidad, las cosas son de otra manera, tienen otro precio y exigen otra reflexión y otra valentía. Porque es cierto que nuestros políticos son, si se me permite la expresión, una mierda, y que han hecho rancho aparte dejando canina a la gente, y que no existe esa Democracia Real que los internautas que se asomaron al sol reputan como necesaria, y que el mercado laboral se va pareciendo cada vez más a un mercado de esclavos, y que la corrupción en cualquiera de sus modalidades (nepotismo, amiguismo, inepcia, comisionismo y toda la gama de robos de guante blanco) se ha entreverado con la política, pero también lo es que ese supuesto "apoliticismo" de las redes sociales que se explicita en la abstención ante las urnas sólo puede beneficiar a la derecha más dura (más que la de Zapatero, si cabe), cuyos partidarios son incondicionales y no dejarán, ni uno, de votar, dejando así un futuro escenario real que no será, ni por asomo, el que propugna el movimiento virtual.