Identidades para la paz
01/10/2010 - 09:45
Por: Redacción
El comentario
FERNANDO ALMANSA, Periodista
La cuestión de la identidad personal y colectiva es un tema de calado, que no siempre se ha analizado en total profundidad. ¿Quién soy yo?, es una pregunta esencial que todos nos hacemos en más de una ocasión en la vida, y sin embrago la forma en que se responde a esta pregunta puede tener consecuencias muy diferentes.
Normalmente la pregunta de la identidad personal suele abordarse desde dos perspectivas diferentes, por una parte, la pregunta se desdobla en: qué cualidades me definen, qué características psicológicas y físicas tengo y qué habilidades personales me identifican. El otro enfoque es aquel que responde a la identificación de los grupos a los que pertenezco o con los que muestro afinidad; sean grupos relativos a la procedencia geográfica, afinidad lingüística, religiosa, deportiva, de edad, profesional, etcétera.
La identidad tiene el efecto de singularizarnos y separarnos del resto de nuestros congéneres, la esencia de ser uno mismo, radica en no ser uno más entre los otros, sino uno singular, perteneciente a un clan, con su rol específico dentro de él y su reconocimiento grupal. Por ello la forma en que se construyen las identidades en una sociedad es vital, puesto que pueden construirse desde las afinidades y la apertura o desde las diferencias, y los antagonismos y por ende el conflicto.
Hoy en día, cuando las personas se comunican a lo largo del planeta de forma instantánea. Cuado el mestizaje es mayor que nunca. Cuando las lenguas se funden entre sí, es esencial revisar los viejos modelos identitarios basados en fronteras cerradas, banderas polvorientas y jerarcas padres de la patria apolillados. Cada vez más, toda la simbología nacionalista del tipo que sea pierde más sentido; y si sigue teniendo algún predicamento, es porque se utiliza para promover intereses específicos de elites económicas o por iluminados.
Es necesario construir un nuevo concepto de identidad donde la procedencia, la lengua, la religión, la profesión; o cualquier otro rasgo indentitario sea motivo de celebración personal y grupal, motivo de apreciación e integración universal.
La fuente de muchos conflictos violentos en el mundo está en la defensa de la incompatibilidad de identidades de grupos étnicos, religiosos, políticos, por ello hay que construir una identidad humana nueva, una identidad para la paz.
La identidad tiene el efecto de singularizarnos y separarnos del resto de nuestros congéneres, la esencia de ser uno mismo, radica en no ser uno más entre los otros, sino uno singular, perteneciente a un clan, con su rol específico dentro de él y su reconocimiento grupal. Por ello la forma en que se construyen las identidades en una sociedad es vital, puesto que pueden construirse desde las afinidades y la apertura o desde las diferencias, y los antagonismos y por ende el conflicto.
Hoy en día, cuando las personas se comunican a lo largo del planeta de forma instantánea. Cuado el mestizaje es mayor que nunca. Cuando las lenguas se funden entre sí, es esencial revisar los viejos modelos identitarios basados en fronteras cerradas, banderas polvorientas y jerarcas padres de la patria apolillados. Cada vez más, toda la simbología nacionalista del tipo que sea pierde más sentido; y si sigue teniendo algún predicamento, es porque se utiliza para promover intereses específicos de elites económicas o por iluminados.
Es necesario construir un nuevo concepto de identidad donde la procedencia, la lengua, la religión, la profesión; o cualquier otro rasgo indentitario sea motivo de celebración personal y grupal, motivo de apreciación e integración universal.
La fuente de muchos conflictos violentos en el mundo está en la defensa de la incompatibilidad de identidades de grupos étnicos, religiosos, políticos, por ello hay que construir una identidad humana nueva, una identidad para la paz.