Indignados con el MARM

06/08/2011 - 00:00 José Manuel de las Heras

 
 Eso que ahora llaman MARM y que toda la vida ha sido lo que pone en su fachada “Ministerio de Agricultura” no es ni sombra de lo que fue. Hubo un tiempo en que la política era importante, también en ese ministerio, y le marcaba las pautas a la económica y ponía el rumbo de la modernización, a las reformas sociales y laborales, dentro del sector agroalimentario. Hoy el Ministerio está sumido en la confusión entre las competencias europeas y las de las Comunidades Autónomas, sin ideas, sin proyectos y sin recursos para poder apostar por la supervivencia de amplios sectores agrarios y ganaderos con importantes crisis.

   El MARM vive en la urgencia de lo mediático y en la anécdota del día a día. Con unos interlocutores quizá demasiado pendientes de las subvenciones y los presupuestos públicos para poder pagar la nomina a final de mes en sus organizaciones. El campo se arruina mientras que el Ministerio realmente está, como decía Luis Eduardo Aute en una canción, “negociando en cada mesa, maquillajes de ocasión”. La situación de los profesionales del sector es grave, la renta que percibimos los agricultores está al nivel de hace décadas, la distancia entre la renta de un agricultor y cualquier ciudadano del país ha aumentado.

   Los resultados del recientemente publicado Censo Agrario demuestran la pérdida de 300.000 explotaciones en diez años en España y evidencian también como la población agraria está muy envejecida y sin perspectivas de relevo generacional. Pero como decimos, en el Ministerio hay reuniones y hay “mesas” Hay mesas con el objeto en teoría, de analizar y tomar medidas sobre la necesidad de financiación para el campo y la ganadería, pero no se hace nada relevante porque no hay dinero, todos los recursos se acaban yendo de forma más o menos reconocida, hacia las emisiones de deuda, la reestructuración Bancaria, a pagar el desempleo, la reducción del déficit.

   También hay reuniones sobre la cadena alimentaria, con el objeto de eliminar márgenes abusivos y potenciar la transparencia, pero finalmente no se hace gran cosa, salen normas sin fuste miedosas sin atreverse a tomar medidas para regular los mercados; porque dicen que estamos en una economía libre de mercado y automáticamente, el pepito grillo que han puesto en La Comisión Nacional de la Competencia pone freno a cualquier iniciativa, lo cual también es lógico, ya que lo tienen para eso.

   También hay mesas que pretenden evitar el aumento de los costes de producción en la agricultura y ganadería, pero ya se sabe que no hay nada que hacer porque esos precios se dice que fijan a nivel internacional. Lo cierto es que mientras que eso se discute, nuestro propio gobierno permite la subida de la tarifa de riego, la energía eléctrica en general, el precio del gasóleo agrícola al no aplicar sus propios compromisos sobre gasóleo profesional, suben el IVA y recientemente las cotizaciones a la seguridad social que pagaremos por los trabajadores contratados eventuales; por subir, suben hasta la edad de jubilación.

   De lo que se deduce que no es verdad que el gobierno no puede hacer nada para abaratar costes de producción, si puede pero lo hace en el sentido contrario. La respuesta de los que dicen representar a la mayoría de los agricultores en esas mesas, cuando no es el silencio, es una crítica más bien suave y si es posible, dirigida a Bruselas o a algún organismo internacional, o sea que criticas pocas y/o se hacen con la boca pequeña. Todas las administraciones en todos los ámbitos reconocen que el campo está envejecido por lo que urgen en los programas electorales a planes de modernización regadío y hay que incorporar más jóvenes a la actividad; pero no se hace más que de forma simbólica porque cuesta dinero y ahora dicen que no hay; el problema es que tampoco lo han hecho cuando parecía que si había.

   Las miles de explotaciones que cierran cada año son un hecho que habla por si solo a este respecto. Pero si las cosas están como afirmo, lo lógico sería que estuviéramos todas las organizaciones agrarias poco menos que “en pie de guerra” o al menos denunciando con todas nuestras fuerzas lo que pasa. Lejos de eso, hay sin embargo una cierta calma chicha en el sector que solo se hace más explicable si se conoce que “los interlocutores habituales” del MARM reciben en subvenciones del erario público, una cantidad anual que puede oscilar entre 25 y 30 millones de euros para viajes, gastos de representación, formación, cuotas de organismos internacionales, y otras actividades diversas. ¿Será ese el precio del silencio? ¿Será que puede aplicarse aquí el refrán de que “Oveja que bala, Pierde bocado”?

   A propósito de la “peculiar Interlocución” del Ministerio con los representantes del sector, hace algunos días el Senado le ha tenido que recordar a la Ministra en una moción apoyada por todos los grupos, excepto el del gobierno, que “reconozca a TODAS las organizaciones agrarias, nuevas y antiguas, con amplia representación en algunas comunidades autónomas”, así como que las consulte para elaborar planes y políticas que afectan al sector, y que aplique la ley en vigor, la Ley 10/2009 que los mismos senadores reconocen que no ha funcionado, con criterios de justicia y de máxima participación.

   En pocas palabras, que no se cierre el marco de la interlocución de las OPAS en aquellas que le gusten a la Ministra o en las que “más cómodas” le resultan, o en las que se ha consultado en el pasado. Hay otras con respaldo acreditado de los agricultores en elecciones libres, como la que represento, que no son convocadas habitualmente por el MARM. Un aplauso por los senadores que apoyaron la moción.

    En ese debate en el senado, incluso el portavoz del partido socialista, que no apoyó esa moción, si llegó a proponer que se inste desde el Gobierno a las Comunidades en la Conferencia Sectorial para que se convoquen elecciones en el campo con urgencia. ¡Qué bien hubieran estado esas afirmaciones, antes de conocerse los últimos resultados electorales! Cuando el partido proponente tenía el gobierno de comunidades autónomas que ahora ha perdido.

   En ese caso esa afirmación hubiera supuesto algún tipo de compromiso real tras muchos años de no hacer nada para convocar elecciones en el campo. No obstante a nosotros esta segunda propuesta, aunque extemporánea y falta de coherencia por quien la propone, tampoco nos parece mal; pero ¡ojo! si alguien les hace caso, en tanto en cuanto se producen o no esos procesos y se obtienen resultados validos para el conjunto de España; que no existan en la representación agraria, como ahora, la casta de “los elegidos” que son los elegidos por el gobierno y la del resto.

   Aquí o se pide que se demuestre el valor de cada uno, o si se da por supuesto como antiguamente en la mili, se da para todos por igual. Nosotros, desde la Unión ¡claro que queremos interlocución con el Gobierno! y si existen recursos públicos que puedan correspondernos legalmente, pues también los queremos; Pero ya anunciamos que si alguien piensa que el precio que vamos a pagar para obtenerlos va a ser nuestro silencio, se equivoca.