Israel en su salsa
01/10/2010 - 09:45
Enrique Vázquez - Periodista
Eventualmente imputado como receptor ilegal de dinero para sus campañas políticas, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, viajó ayer a Estados Unidos bajo la aparente normalidad que el dicho inglés resume muy bien: business as usual (sin novedad, como de costumbre).
Pero la verdad es que mientras Olmert, amortizado ya en términos políticos, es recibido al más alto nivel en Washington y da su consabido discurso ante el corazón del lobby israelí (AIPAC, o Comité Israelo-Americano para Asuntos Públicos) sus colegas se descuartizan sin pausa en el país.
En lo que en Europa, ayer trascendió que el ministro de Transportes, Saul Mofaz, un ex-jefe de Estado Mayor, está negociando con uno de los partidos de la coalición, el ultraortodoxo sefardí (Shas) para dotarse de una base desde la que impedir que su colega de Exteriores, Tzipi Livni, suceda a Olmert como jefe del gobierno.
Ambos son miembros del partido Kadima, la marca creada en su día desde el viejo tronco del Likud (la derecha nacionalista laica de siempre) por el general Sharon para respaldar su proyecto político, alterado poco antes de las últimas elecciones por un infarto cerebral que le tiene en coma. El partido optó entonces por seguir adelante con Olmert.
La decisión fue la menos mala, pero Olmert, un ex-alcalde de Jerusalén y ministro en carteras de segundo orden, carece del peso y el aura de energía y autoridad que gusta al público en Israel, aunque se sea un civil como Bibi Netanyahu, jefe del Likud y principal favorito en caso de elecciones anticipadas.
De eso se trata: de mantener la coalición de centro-derecha-ultras todo lo posible para evitar la vuelta de Netanyahu cuya política con los palestinos (Gaza aparte) sería, sin embargo, sustancialmente idéntica a la actual: un arreglo que lleve a un Estado palestino, según quiere Washington, pero descrito de tal modo que seguirá siendo inaceptable para la dirección palestina, incluyendo la más moderada y realista o sea la del presidente Abbas.
Olmert verá a todo el mundo en Washington y dará su discurso porque business as usual pero le querrá sobre todo saber si Barack Obama puede ser presidente. Están inquietos en Israel con tal posibilidad.
En lo que en Europa, ayer trascendió que el ministro de Transportes, Saul Mofaz, un ex-jefe de Estado Mayor, está negociando con uno de los partidos de la coalición, el ultraortodoxo sefardí (Shas) para dotarse de una base desde la que impedir que su colega de Exteriores, Tzipi Livni, suceda a Olmert como jefe del gobierno.
Ambos son miembros del partido Kadima, la marca creada en su día desde el viejo tronco del Likud (la derecha nacionalista laica de siempre) por el general Sharon para respaldar su proyecto político, alterado poco antes de las últimas elecciones por un infarto cerebral que le tiene en coma. El partido optó entonces por seguir adelante con Olmert.
La decisión fue la menos mala, pero Olmert, un ex-alcalde de Jerusalén y ministro en carteras de segundo orden, carece del peso y el aura de energía y autoridad que gusta al público en Israel, aunque se sea un civil como Bibi Netanyahu, jefe del Likud y principal favorito en caso de elecciones anticipadas.
De eso se trata: de mantener la coalición de centro-derecha-ultras todo lo posible para evitar la vuelta de Netanyahu cuya política con los palestinos (Gaza aparte) sería, sin embargo, sustancialmente idéntica a la actual: un arreglo que lleve a un Estado palestino, según quiere Washington, pero descrito de tal modo que seguirá siendo inaceptable para la dirección palestina, incluyendo la más moderada y realista o sea la del presidente Abbas.
Olmert verá a todo el mundo en Washington y dará su discurso porque business as usual pero le querrá sobre todo saber si Barack Obama puede ser presidente. Están inquietos en Israel con tal posibilidad.