Jarrones y cuentos... chinos

14/01/2011 - 00:00 Esther Esteban

Ser " ex" de lo que sea suele ser bastante fastidioso. Si te conviertes en la " ex " mujer de alguien continuamente te recuerdan al que fue tu ex marido y no digamos si eres " ex suegra " o ex nuera o ex cuñada". Si eres " ex " de cualquier actividad profesional ese pasado puede llegar a pesar como una losa que nunca te abandona, y si de lo que eres " ex " es de un cargo público supongo que `por mucho tiempo que pase, siempre habrá almas "caritativas" encargadas de recordar más las sombras que las luces de la gestión. La polémica de la semana ha venido de la mano de la actividades privadas de los últimos dos expresidentes del gobierno de España, José María Aznar y Felipe González, que han conseguido contratos millonarios de dos empresas energéticas a las que en su día privatizaron. Ambos son como años atrás describió, perfectamente, el presidente González valiosísimos jarrones chinos que nadie sabe donde poner porque en todos sitios molestan y supongo que ambos ven esta polémica como un cuento chino, que no va con ellos. A mí no me parece mal que ambos se busquen la vida en la empresa privada, ni me asusta la expresión tráfico de influencias siempre que no se vulnere la legalidad. Lo que me parece estéticamente deplorable es que estos hombres que tuvieron la altísima responsabilidad de liderar su país se hayan alejado tanto de los ciudadanos que sean insensibles a la situación en la que vivimos y no renuncien a la retribución pública que reciben en su condición de "ex " , al menos durante el tiempo que tengan otras ocupaciones privadas tan bien retribuidas. Ya no es cuestión de ética, que también, sino de estética y sobre todo de preservar en la medida de sus posibilidades, que siguen siendo muchas, el poco prestigio que le va quedando a la clase política. He defendiendo y sigo defendiendo con vehemencia y convicción que si queremos tener a los mejores en política no es de recibo que sus sueldos sean muy inferiores a los que ganarían dedicándose a su profesión en la esfera privada, por mucho que luego obtengan otras cuantiosas prebendas. No es normal que el Presidente del Gobierno de España gane mucho menos que cualquier directivo del tres al cuarto de una empresa del montón, o que su sueldo sea inferior al de algunos alcaldes o presidentes autonómicos, como tampoco es normal que cuando acaban sus mandatos se les trate como apestados por muy valiosa que sea la experiencia acumulada. Envidio sanamente la forma en que los EE.UU tiene resuelta la condición de "ex presidente " y no sólo por el respeto que les siguen teniendo los ciudadanos, sino porque son capaces de apartar las lógicas diferencias ideológicas entre los distintos gobiernos y convertirlos en embajadores de su país para misiones complicadas. En España preferimos aparcarlos en el Consejo de Estado, pagarles un sueldo, un chofer y una secretaria, compensarlos con una buena pensión y que no den la lata sobre todo a los suyos que siempre quieren matar al padre. El problema es que nuestros presidentes saborearon la miel del triunfo electoral jóvenes y cuando se marcharon estaban en plena forma política y con muchas ganas de seguir en el machito. El síndrome de la Moncloa, que todos han parecido, es un estado de nirvana comparado con la síndrome del ex inquilino del Palacio y ninguno se resigna a saborear las mieles del anonimato, después de haber paladeado el sabor de la Influencia y el Poder con mayúsculas. Hay vida después de la política y de mucha mejor calidad pero cuando se apagan los focos y el teléfono deja de sonar uno se da cuenta de la autentica levedad del ser humano y eso debe doler. Me llama la atención que nuestros ex presidentes, aunque ideológicamente tan distintos, sean humanamente tan parecidos en su forma de administrar su reincorporación a la vida del ciudadano corriente. Ambos se han sentido maltratados y abandonados, han despreciado a sus sucesores porque se ven como seres superiores, han dejado de creer en la disciplina de partido y les importa un bledo decir lo que les viene en gana, aunque dañen las siglas que representan. Se sitúan habitualmente por encima del bien y del mal y piensan que cualquier pasado, sobre todo el que ellos protagonizaron fue mejor. Se hacen de rogar para acudir a actos institucionales salvo que sean de relumbrón y cultivan obsesivamente sus aficiones, por distintas que sean, como queriendo recuperar a base de atracones el tiempo y la intimidad perdida. Parece que ya no va con eso aquello de la mujer del Cesar de " serlo y parecerlo" y tal vez por eso a ninguno de los dos se les ha pasado por la cabeza renunciar al sueldo que les pagamos todos los españoles, al tener otros importantes ingresos. Ni recuerdan ni quieren recordar que la acción de quieres se decidan a la cosa pública y han sido tan generosamente bendecidos por las urnas, debe ser ejemplar y ejemplarizante en cualquier momento de su trayectoria. Lo dicho* jarrones chinos que todo lo ven como un cuento chino.