Jesús Campoamor, el pintor de la Alcarria


Camilo José Cela fue una de las personas que siempre disfrutó de la excelencia como anfitriones de Jesús y de Delia, lo que dejó reflejado en no pocas ocasiones a través de intervenciones en público.

Hace ya mucho tiempo que está pensado, pero no escrito, este artículo. Como habrán venido observando los lectores fieles de este mi “Guardilón” que amablemente acoge una vez al mes Nueva Alcarria desde hace ya ocho años, habitualmente se reflejan en él semblanzas y perfiles biográficos de personas con indeleble huella pasada y presente -y, por ello, también futura- en la provincia, especialmente en los campos de las artes y las letras, entre otros vinculados a la creación y el conocimiento. Hoy, por fin, y haciendo justicia con ello, le ha llegado el turno a Jesús Campoamor Lecea (Guadalajara, 1933), pintor, escultor y poeta, además de alcarreño militante con acreditada y merecida fama de buen anfitrión y mejor embajador de esta tierra.

Jesús Campoamor es un autodidacta en todos los sentidos, porque se ha hecho a sí mismo como (buen) hombre que es y, sobre todo, como (buen) artista plástico, especialmente pintor, y sensible poeta que también es. Jesús no ha tenido por alma mater ninguna universidad con rector magnífico y todo, ni egregias academias o liceos con alumnado ilustre exhibido nominal o fotográficamente como panoplia, ni grandes mentores que le allanaran los inescrutables caminos del arte, pero Jesús se ha tenido siempre a sí mismo, a su voluntad, su constancia y su talento para merecerse, con probidad, la consideración de singular y notable artista alcarreño de la segunda mitad del siglo XX y primeras décadas del XXI.

Como es sabido, Campoamor nació en Guadalajara, en plena segunda República, pero lleva muchos años afincado en Torija donde tiene su residencia y estudio, en la que vive junto a su querida Delia, una mujer inteligente, educada y encantadora que siempre ha ayudado a Jesús a ser mejor persona y mejor artista. Ambos conforman una pareja excepcional de anfitriones, una virtud que les ha servido para disfrutar más intensamente de la vida, al tiempo que se la han facilitado a quienes han recibido sus atenciones, incluido un expresidente del gobierno, como Leopoldo Calvo Sotelo. Camilo José Cela fue una de esas personas que siempre disfrutó de la excelencia como anfitriones de Jesús y de Delia, lo que dejó reflejado en no pocas ocasiones a través de intervenciones en público, artículos en prensa e, incluso, en su “Nuevo viaje a la Alcarria”, en el capítulo dedicado a Torija, donde textualmente escribió al respecto: “El viajero se aloja en casa de su amigo don Jesús, pintor de limpio pincel y escultor de bien perfilado cincel. Doña Delia, la mujer de Jesús, tiene todo muy bien dispuesto y cuidado…”. No solo en esa ocasión visitó Cela a Jesús y a Delia, sino que lo hizo en otras muy frecuentes, donde disfrutaba, de manera especial, de las agujas de ternera que preparaba Campoamor y que al Nobel le parecían manjar de dioses. Jesús fue, junto a Paco Marquina y Manu Leguineche, el muñidor para que en la torre del homenaje del castillo de Torija se ubicara el Museo del Viaje a la Alcarria, el único dedicado exclusivamente a un libro, al menos en el momento de su apertura, en 1995. Leguineche, el gran periodista y escritor vasco de nación y alcarreño de adopción, apasionado briocense, fue quien tuvo la idea, o sea, el estratega, pero los tácticos fueron Campoamor y Marquina ya que ellos se encargaron de recopilar gran parte del material que en él se exhibe, haciendo una labor, impagada e impagable, para que ese Museo exista y además tenga unos fondos realmente interesantes. Ambos también fueron decisivos para que Cela adquiriera una casa en El Espinar, junto a las terreras del Henares, entre Fontanar y Guadalajara, y residiera en ella durante siete años, entre 1990 y 1997.

Campoamor en la biblioteca de la UNED que lleva su nombre.

Torija y Campoamor hace ya tiempo que conforman un binomio indisoluble pues ambos se relacionan y retroalimentan casi de forma simbiótica. La villa alcarreña tiene con él y entre sus vecinos a un reputado artista que da prestigio y brillo a la población-los verdaderos pueblos no son las casas, son sus gentes-, no solo por residir allí, sino por lo mucho que le ha aportado, entre lo que voy a destacar únicamente tres cosas, pero la lista podría alargarse bastante más: el ya citado Museo del Viaje a la Alcarria, la creación de la Asociación Cultural Barbacana, de la que Jesús fue su primer presidente, impulsor e “introductor de embajadores” ante la sociedad provincial y las instituciones públicas, y las “Noches de Versos”, la velada poética que él organiza cada año en Torija desde 2010, el último fin de semana de julio. Esta actividad, bien dimensionada y ya cuajada, se celebra al pie de un soneto del poeta y diplomático torijano José María Alonso Gamo, reproducido en cerámica en el ábside de la llamada plazuela de la Iglesia. Su primer cuarteto dice así: “¡Torija: Aquella plaza, aquella calle, / por las que va, de paso, mi costumbre! / Torija en que nací: piedra de alumbre / que mis sueños rodeas por el talle”.

Aunque más adelante hablaremos del Campoamor poeta, una faceta tangencial de su labor creadora pero no desdeñable, creo llegado ya el momento de comentar su dimensión de pintor, sin duda la más conocida y por la que es más reconocido. Jesús tiene la gran virtud como pintor de haber adquirido un estilo propio. Cuando ves un cuadro suyo, rápidamente sabes que es de su autoría, algo que solo está al alcance de creadores con talento, personalidad y perseverancia, adjetivos de los que se ha hecho legítimo acreedor. En su obra pictórica destaca, sobremanera, su inspiración en el paisaje de la tierra alcarreña, si bien también es significativa en ella la presencia de las serranías de la provincia, sin duda porque están en el horizonte de las alcarrias y Jesús es un pintor de luces largas que siempre busca el norte. Como decíamos, su pintura es fundamentalmente de temática paisajista y bebe en las fuentes del plenairismo del XIX, la corriente que tanto influyó en el impresionismo, un estilo que, sin duda, está en su ADN creativo pues la mayoría de sus obras, como las de Monet, Pissarro o Renoir, por citar tres paradigmáticos ejemplos, están igualmente influidas por la atmósfera cambiante del paisaje. Así, la misma Alcarria puede ser azul, amarilla o roja, dependiendo de la hora del día, del tiempo del año e, incluso, del cristal con que la mire y vea Jesús. Llegados a este punto, conectamos a dos Campoamor: él y Ramón, el conocido poeta contra idealista, antirromántico y realista del XIX que acuñó la proverbial y conocida sentencia de: “En este mundo traidor / nada es verdad ni es mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Como me comentó él mismo personalmente, Jesús está trabajando en ultimar un libro con “doloras” al estilo de las así conocidas de Ramón de Campoamor, unas breves piezas de argumento sencillo, pero de pensamiento trascendental, de intención social y filosófica, mitad refranes, mitad greguerías. Yo mismo le animé a terminar y publicar esas doloras al tiempo que a unir en una publicación una selección de sus poesías, alternada y complementada con obras pictóricas suyas. Sería muy interesante poder comprobar la solidez, fluidez, trascendencia y estética de un diálogo del Campoamor pintor con el poeta reflejado en una obra impresa en papel, bien cuidada en su contenido y adecuadamente editada. Ojalá sea pronto posible.

No quiero, ni debo, concluir este “Guardilón” sin referirme a dos hechos que a Jesús Campoamor han llenado lógica, legítima y plenamente de orgullo: su nombramiento en 2022 como “Hijo predilecto de la provincia”, por parte de la Diputación Provincial, y el otorgamiento de su nombre en 2024 a la biblioteca del centro asociado de la UNED en Guadalajara. Recuerdo decir a Buero Vallejo, cuando se le concedió la Medalla de Oro de la capital y el título de ”Hijo predilecto”, que, en justa correspondencia por el honor que recibía, proclamaba públicamente que su “ciudad predilecta” era Guadalajara, aunque algunos, sin duda equivocados, lo quisieran ignorar e, incluso, negar. Esto último lo digo yo, no lo dijo él. Pues bien, estoy absolutamente convencido de que la provincia predilecta de Campoamor es, siguiendo la afirmación bueriana, también Guadalajara porque con su vida y obra así lo ha evidenciado siempre. Además, no ha habido nadie que se atreviera a pintar el aire de la Alcarria como él lo ha hecho de forma recurrente en su extensa obra, que se inició en los años 60 y sigue ampliando al trabajar en su estudio un mínimo de 5 a 6 horas diarias, siendo ya nonagenario. El aire (que me lleva el aire) de la Alcarria solo se ha atrevido a pintarlo él y, por tanto, a él le debemos saber cómo son sus colores.

Termino ya diciendo que fue el poeta conquense Federico Muelas quien animó a Campoamor a dedicarse a pintar de forma seria y continuada y quien, incluso, intermedió para que dos obras suyas fueran seleccionadas para formar parte de una exposición antológica itinerante de la pintura contemporánea española que viajó por toda España y parte de Europa. Ahí comenzó casi todo. Como aquí termina este “Guardilón” con estos versos escritos (y dedicados a la Alcarria, como no podría ser de otra manera) por el propio Jesús, poeta a tiempo parcial, pero sensible y con voz propia como lo es con el pincel: “Alcarria / tierra de fecunda leyenda / crepúsculos soñados / paisajes eternamente limpios / que huele a eternidad”. Amen por lo civil.