Jesús de las Heras

05/04/2020 - 15:40 Javier Sanz

Son tiempos heroicos y sin embargo los llevan como el que lava. Siguen los eclesiásticos levantándose al alba.

Cuando el sol de mediodía se ha echado como una lagartija en la puerta del santuario, comienza el oficio divino pero no de cualquier manera sino interesándose, de verdad, por quienes se han llegado al templo barbatoniano. Es sagrada norma de educación, y de acogida. “Bienvenidos, Pili y Montse, y familia López; y ustedes… ¿de dónde vienen, ustedes? Ah, de Córdoba, muy bien. Pues eso, bienvenidos y empezamos”. A estas horas en que el Ángelus ya es historia don Jesús de las Heras se ha revestido al menos un par de veces pues ha llegado al deanato en tiempos distintos a los que él había ordeñado en el Minguella, cuando un deán se paseaba, casi, bajo palio y con un par de lacayos y se retiraba a mediodía a una de las mejores casas de la sede episcopal con cocinera y hasta camarera que servía en mesa de nogal.

Son tiempos heroicos y sin embargo los llevan como el que lava. Siguen los eclesiásticos levantándose al alba. De por medio, estudios, clases, preparación de homilías, asistencia a enfermos, despedida a fallecidos, bodas, bautizos y compromisos, lo suyo, o sea, pero no, tiran también de andamios y se meten hasta el cuello en cajas y bancos, pidiendo un crédito para que el templo se sostenga qué menos que otro milenio, pero la poesía acaba con su rúbrica porque la banca, desde el monopoly, es implacable. Además, cierto progresismo que no desconoce historia y arte, el mismo que se rinde ante la banca y el ibex 35, aunque a veces parezca lo contrario pero juega de farol, saca pecho ante la iglesia y le exige que se retrate, de ahí que en la catedral ahora haya que pagar peaje. Cómo si no.

Es lo que le viene tocando a don Jesús. Y en ello está. Le hubiera gustado, o no, jugar a otros curatos puramente periodísticos a lo Jesús Urteaga, a lo Martín Descalzo, mejor, que también es lo suyo, pero le toca tanto rogar como dar con el mazo. Jesús de las Heras viene siendo periodista mucho antes de licenciarse en ello por la Complutense y dudo que este paso le aportara algo cuando le recuerdo retransmitiendo las rebolinchinas que jugábamos frente al cine Capitol: “señores, no comprendo cómo Olmedo se ha permitido sacar este equipo”, refiriéndose a un imaginario Rayo-Mallorca de segunda que sus ojos estaban imaginando en nuestras magras carnes- pues recurrir a un Barça-Real lo hacía cualquiera. Jesús, entonces, ya era un estilo, un butanito en la banda antes que el propio García.

 

Don Jesús de las Heras va y viene, estudia, oficia, lee y escribe, sabe y calla. Sus compañeros de aquellos años de la SAFA le pidieron que les casara y ahora también que bautice a sus nietos. No es difícil porque en cada momento saben dónde está pues no se esconde, está donde hace falta, como ahora toca en España, territorio de misiones. Quizá un día no cualquiera salte un teletipo picado en Roma pues Francisco los quiere así, oliendo a rebaño, como lleva desde su destino en la estepa molinesa allá por el siglo pasado, cuando a un tiempo era párroco de pueblo y universitario, y después lo mismo y director de Ecclesia, y ahora lo mismo y Deán de la Catedral de su ciudad. Mientras llega, o no, tiene las llaves en la mano, las de abrir el día y el templo, las de mantener encendida la llama de quien suplica que se pare ya esta plaga con la que no contaba este pueblo errante que tumbado en la hamaca de su edén y con un gin-tonic en la mano creía que la palabra de Dios la encriptaban cada semana en el horóscopo. Sonarán a su tiempo las campanas de Barbatona. Por lo uno o por lo otro, o por ambos. Bien en cualquier caso.