Jornada por la vida

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Cartas al director
JOSÉ SÁNCHEZ GONZÁLEZ Obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
El próximo día 25 del presente mes de marzo, Fiesta de la Anunciación de la Virgen María y de la Encarnación del Hijo de Dios, celebramos en la Iglesia en España la Jornada por la vida. Fecha muy apropiada, porque, desde el momento de su Encarnación, el Hijo de Dios, con vida divina desde la eternidad, comienza a tener también vida humana en el seno de su Madre María.

El que el Hijo de Dios encarnado, desde el primer momento de su existencia en el vientre de María, sea también un ser humano no es sólo una cuestión de la fe cristiana, ni un privilegio del Hijo de Dios. Es la realidad de toda vida humana. Todo ser humano comienza a serlo en el momento en que es concebido y empieza a tener unos derechos, distintos e independientes de los de la madre, como son el derecho a desarrollarse y a nacer, si causas naturales no lo impiden.
Estos derechos del ser humano, concebido para nacer, generan en los demás, en primer lugar en la madre y en el padre, la obligación de respetarlos, defenderlos y facilitarlos, antes del nacimiento, en el nacimiento y después. La prohibición del mandamiento “No matarás” es anterior a la moral cristiana y a la judía, y está presente en todas las culturas y grabada en la conciencia de toda persona.
El aborto provocado es un atentado contra la vida humana, y, por tanto, una injusticia, que nunca puede ser calificada como un derecho, pues no hay derecho sin justicia, aunque se establezca como legal por una ley injusta.
Esto no es simplemente doctrina o moral de una religión mayoritaria o minoritaria, ni, desde luego, exclusiva de la moral cristiana. Lo característico de la doctrina y de la moral cristiana no es el “No matarás”, que es tan antiguo como la humanidad, sino lo que añade Jesús, en su doctrina y con su vida. En concreto: Entregar la vida por fidelidad a Dios y por amor a todos, amigos y enemigos, morir sin defenderse ni atacar, perdonar a los que lo matan…
Porque somos discípulos de este Maestro, que ama la vida humana, que nos entrega la suya, que la valora en los más humildes, humillados, indefensos e injustamente tratados, defendemos la vida humana en todas sus fases, sobre todo en los seres humanos más inocentes e indefensos, como son el concebido aún no nacido, el enfermo, el anciano, el que padece hambre o sed, orfandad o desamparo, destierro o violencia de cualquier género.
Por eso y no porque pretendamos, desde instancias de Iglesia, invadir el terreno de los legisladores, jueces o gobernantes, sino porque tenemos el derecho y el deber de defender los derechos de los más débiles, gritamos contra leyes o conductas que atropellan derechos fundamentales, en este caso el derecho de la vida y el derecho a la vida.
Y, por eso mismo, alabamos a quienes, desde la fe, desde el más puro humanismo o sencillamente desde la compasión o la misericordia, acogen la vida que otros rechazan, se ofrecen a ayudar a que el ser humano concebido nazca y se desarrolle en el pleno respeto a su dignidad y a sus derechos inalienables, y felicitamos a quienes acogen a la madre en dificultad y le posibilitan y facilitan su derecho a ser madre, para que nunca pueda sentirse en la tentación de eliminar la vida de un hijo como única salida a su angustiosa situación.
La campaña promovida por nuestra Iglesia en España, con motivo de la Jornada por la vida, pretende, sobre todo, prestar su voz a los sin voz, en este caso a los niños concebidos y a las madres en dificultad, ofreciendo el servicio de numerosas personas, organizaciones e instituciones dispuestas a acoger la vida y a las personas: a la madre y al hijo.
Las numerosas ofertas de acogida generosa de la vida humana, son, sin duda, una luz y una esperanza en medio de la oscuridad y la regresión que supone elevar por ley a la categoría de derecho la eliminación de seres humanos inocentes e indefensos.