Jóvenes para el cambio
07/08/2011 - 00:00
El mundo se asoma a otra recesión y nadie sabe cómo salir de ella. No hay recetas, no hay confianza, no hay seguridades. Sólo dudas y falta de liderazgo. Los índices de popularidad de Obama han caído a los niveles más bajos y ni siquiera el dólar resiste. Y los líderes, españoles y europeos, de vacaciones.
En nuestro caso velando armas para las elecciones del 20N, si es que llegamos con algo que administrar, mientras en Andalucía el presidente Griñán se resiste a convocar elecciones el mismo día de las generales, lo que supondrá un nuevo gasto, otra campaña electoral, tiempo perdido para salir de la crisis. ¿Cuándo se podrán de acuerdo los líderes políticos para concentrar las convocatorias electorales en un día o dos al máximo y en limitar el gasto? ¿Quién tiene la respuesta a esta crisis que no es sólo financiera ni económica ni de "burbujas", sino esencial, de valores, de modelos? Desde luego lo que queda de los indignados del 15-M, no. Lo que pudo ser un movimiento de ideas y debate, de propuestas nuevas se ha quedado en movilizaciones antisistema, con soluciones viejas y ni siquiera utópicas.
Tendrán que darlas otros jóvenes no contaminados -la renovación es imprescindible- que quieran comprometerse, que tengan la honradez como bandera y que apuesten por el trabajo, el esfuerzo y la solidaridad real. Dentro de diez días, Madrid recibirá a más de un millón de jóvenes de todo el mundo a los que les une la idea de Dios, de la trascendencia. Una juventud que rompe tópicos para encontrarse con uno de los pocos líderes que transmite un mensaje de esperanza, Benedicto XVI. Los que quieren una España laica donde la religión se guarde en las sacristías, aprovechan para denunciar que "España es menos católica". Es verdad, pero según las encuestas del CIS que reproducen, nada menos que siete de cada diez españoles se declaran católicos. Y a pesar de todo lo que ha llovido, el 56 por ciento de los jóvenes también se consideran católicos. ¿Qué institución puede ofrecer unas cifras parecidas en medio de esta mentalidad laicista, del crecimiento de la increencia o, cuando menos, de la indiferencia religiosa? El problema no es ese, sino la calidad de esa creencia, el compromiso real con los problemas de los hombres, el llevar a la práctica el mensaje de que la fe sin obras no es nada.
Ahí radica nuestro fallo. Yo tengo mi esperanza puesta en estos jóvenes cristianos que vienen a Madrid en agosto. En estos jóvenes católicos que también según las encuestas del CIS, son firmemente demócratas, defienden comportamientos éticos en la vida personal y en la pública, son pacifistas, políticamente moderados (46 por ciento de centro, frente a un 35 por ciento de derechas y un 28 por ciento de izquierdas) y solidarios con los más desfavorecidos. Hay mucha vida joven en la base de la Iglesia católica. Se les va a ver. Se les tiene que ver mucho más en el compromiso diario.
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