Juez y parte
Lo ocurrido en los últimos días, por más que se empeñen, no ha sido ni un golpe de Estado de izquierdas ni un golpe de Estado de derechas. No es más que parte de la estrategia de la tensión por la que todos apuestan.
Uno de los principios fundamentales de la democracia es la aceptación de las reglas de juego. En contra de lo que pregonan los populismos de derechas y de izquierdas, la decisión del pueblo no está por encima de las leyes ni de las instituciones que actúan como contrapesos. Tampoco lo está el uso partidista del poder. Al fin y al cabo, el ejercicio democrático exige un alto grado de buena voluntad y compromiso con el sistema. Y si hay algo que caracteriza a los sistemas democráticos es el relevo en el poder como resultado de los resultados electorales. En las dictaduras y en los sistemas iliberales no se producen cambios porque quien tiene el poder no lo suelta voluntariamente bajo ningún concepto, recurriendo a lo que haga falta para mantenerlo.
Lo ocurrido en los últimos días, por más que se empeñen, no ha sido ni un golpe de Estado de izquierdas ni un golpe de Estado de derechas. No es más que parte de la estrategia de la tensión por la que todos apuestan. Ni golpe, ni autogolpe, ni asonada, ni pronunciamiento, ni nada que se le parezca. Ha habido, eso sí, políticos de todos los colores llevando al límite, tensionando más allá de lo que pueden resistir las estructuras del propio Estado. Está claro que el Tribunal Constitucional tiene capacidad para admitir cuanto recurso de amparo, debidamente justificado, le llegue, pero otra cosa muy distinta es la forma en que se ha hecho. Se equivocan el Gobierno y sus socios cuando insisten en que no ha lugar, y hacen bien reculando -al menos el PSOE- y pidiendo el respeto institucional a las decisiones del TC. Y se equivoca de estrategia el PP, porque de un cálculo se trata, cuando pretende mantener el poder que perdió en las urnas por la vía del manejo judicial.
El empeño injustificado -y por motivos cambiantes- de no renovar el CGPJ por parte del Partido Popular es consecuencia de no haber asimilado la moción de censura a Rajoy y su posterior derrota electoral en 2019. El poder no les no les pertenece, eso deberían haberlo entendido, y si perdieron las elecciones tendrían que haber dado todas las facilidades posibles para su relevo. No es de recibo mantener un Consejo del Poder Judicial agotado, como no lo es impedir el relevo de los miembros del Tribunal Constitucional que deberían haber sido sustituidos hace meses. Flaco favor se le hace a la democracia. Preparar las elecciones -cuando toquen- y presentar una buena alternativa: ese es el camino, la verdadera moderación que debería demostrar más y anunciar menos Feijóo, no vaya a ser que tanta tensión se le vuelva en contra e impida su objetivo.