Julio Iglesias: la vida no sigue igual
17/11/2011 - 00:00
Ceno con Julio Iglesias en su casa de Miami a donde he ido para hacerle una entrevista con motivo de la salida al mercado de su último disco. Nos acompañan Miranda, su mujer, sus cinco hijos, y un par de amigos. Una escena familiar que contrasta con la que habitualmente damos los medios de comunicación de un cantante que es el más internacional de todos los artistas de nuestro país. En 43 años de carrera ha vendido 360 millones de discos. Un hombre que a sus 68 años sigue llenando teatros, viajando de una punta a otra del mundo, porque es de los que piensan que mientras el cuerpo aguante seguirá cantando, e interesándose por cuanto acontece en España.
Un hombre que me sorprendió por su conocimiento de los entresijos de la política española, de lo que dicen y piensan todos nuestros líderes políticos, desde los de Convergencia y Unió hasta los de Izquierda Unida, las propuestas que hacen unos y otros para salir de una crisis que ha puesto patas arriba todas nuestras ilusiones, nuestros proyectos de presente y futuro.
Un futuro que Julio no ve tan negro a partir de los próximos cinco años, pese a los malos augurios de los indicadores financieros porque piensa que las posibilidades de España como país turístico son infinitas, siempre y cuando empresarios y políticos aparquen sus rencillas y se pongan las pilas para mejorar todo lo que es mejorable: hay que invertir más en nuevas tecnologías, en servicios sanitarios punteros -tanto públicos como privados-, en comunicaciones, para que todos aquellos que vienen a España buscando lo que sus países no tienen lo encuentren: buen clima y calidad de vida.
Habrá quien piense que qué sabrá Julio que no sepan los expertos de la economía.
Mucho, ya que por su casa pasan políticos de todos los colores e ideologías -son habituales las visitas de Clinton a su casa de Punta Cana, en Santo Domingo-, empresarios no solo conocidos por los asiduos a los suplementos salmón de los periódicos más prestigiosos del mundo, primeros ministros, jefes de Estado, y otras gentes que sin ocupar cargos destacados le tiene al tanto de lo que ocurre en nuestras calles, de las necesidades de la gente sencilla, de ahí su preocupación por el futuro de nuestros jóvenes, y del presente de nuestros mayores, en definitiva por un país que lleva tatuado en su corazón.
Un amor que inculca a sus hijos desde que nacen, prueba de ello es que pese a que Miranda es holandesa en su casa sólo se habla castellano y se consumen productos españoles.
Estamos en vísperas de que las urnas digan quién gobernará España en los próximos cuatro años, y cómo van a hacerlo a quienes se les encomiende esa difícil tarea, que no solo será de ellos sino también de todos nosotros, porque a todos corresponde levantar un país que ha dado buenas muestras en los últimos treinta años de que tiene músculo y de querer es poder. De manera que demos un ejemplo a quienes nos miran con lupa acudiendo a votar el próximo domingo, después que sea lo que Dios quiera.