Jurar, abjurar o perjurar la bandera
10/10/2014 - 23:00
La jura de la bandera que algunos vivimos desde dentro el domingo, nos ha hecho reflexionar sobre la fidelidad y el respeto que debemos a la enseña de nuestra patria. Es de suponer que los varios centenares de alcarreños que lo hicimos, algunos por tercera vez, sabíamos lo que hacíamos, aunque no estoy tan seguro de que lo supiera la mayoría de los que no se decidieron. Y habrá más de uno que no participó como jurando, no solo porque hay gente pa to, como decía El Gallo al saber que Ortega y Gasset era filósofo, sino porque eso de bandera de España les suena a facha y a franquismo y la palabra Patria les da repelús. Podría citar aquí a varios partidos, todos ellos escorados a babor, entre cuyos militantes no hay excesivo entusiasmo por la Patria y su Bandera. A tanto estamos llegando en España. Probablemente hubiesen pasado un mal rato ante el calor con que Guadalajara recibió al Ejército, al que ya no está acostumbrada a ver en sus calles desde hace muchos años a pesar de su tradición castrense.
Recordemos de memoria para muchos, la Academia de Ingenieros del Ejército que tuvo su sede en Guadalajara durante un siglo; el Regimiento Mixto, de Infantería e Ingenieros, al que se llevó por delante la Avenida del Ejército, y por eso se llama así; el Centro Electrotécnico de Ingenieros (el Fuerte), y la Academia de Transformación de Infantería que funcionó en las Adoratrices en los años cuarenta. Además, del Cuartel de Globos, que nos retrotraía al Servicio de Aerostación Militar, que fundó y dirigió el General Vives, cuyo busto parece escondido en la Concordia; los colegios para huérfanos de militares. Y, aunque no sea estrictamente militar, recordemos La Hispano, en el actual polígono El Henares, que construía motores para aeronaves, y a lo mejor uno de ellos se utilizó para el vuelo pionero del capitán Barberán y el teniente Collar (el primero, alcarreño) de Sevilla a Cuba, sin escalas (40 horas) en 1933, y que tuvo un trágico final al desaparecer el avión en las selvas de Méjico sin que fuera encontrado. Pero volvamos a la jura de la Bandera que ha suscitado estas líneas. Como ahora la fórmula oficial acepta lo de prometer, (por si acaso jurar por Dios es demasiado), a quien ha traicionado su promesa a la bandera y a España ya no se le puede llamar abjurador ni perjuro, sino infiel, desleal o falso, que suena más lene.