King's day
Feijoo y Sánchez, tanto monta, se han dado el primer beso de adolescentes que sella una relación y se inicia con el control de las exiguas cuentas de la Casa Real.
Permanece lloviendo este miércoles de abril -permítase el pleonasmo-, lo cual no me impide charlar apaciblemente con una española que trabaja en Ámsterdam; en una mano el paraguas, en la otra el móvil. Ella es de las pocas que a esas horas camina hacia el trabajo, el país no para, naturalmente, pero Holanda duerme como si fuera un domingo de tantos. En realidad, celebran el “King’s day” y Clara me cuenta que anoche se retiró pronto, cuando las calles bullían de gente joven y hoy la ciudad mañanea más orange que nunca. Holanda está contenta con sus reyes y lo celebra, aunque en realidad las sociedades celebran siempre que viven bien y que prevén futuro, en ese caso con los reyes.
Cuando cuelgo echo un ojo en Facebook al patrimonio de los monarcas, Guillermo Alejando y Máxima, y la revista “Quote”, el año pasado, estimaba su fortuna en 1.200 millones de euros. La prensa española lleva hoy en portada que los Felipe y Leticia acumulan 2,5. No siendo esto suficiente, se los van a fiscalizar mediante pacto de los dos partidos mayoritarios. “Operación Torquemada” debería llamarse este ridículo acuerdo de un país de monjas pellizcantes pues lo es, aunque no para fiscalizar la tesis doctoral de un presidente de Gobierno, por ejemplo, sino para contar la calderilla borbónica.
España vive su teatrillo de guionistas de medio pelo y actores con andares John Wayne, de vuelos en Falcon para visitar al Papa, de indoctos ministros de Cultura, de manoseos curriculares de bachillerato pues nada mejor que descolocar en el tiempo a generaciones venideras con revueltos de toda clase, por eso la gastronomía hispánica es rica en platos de muchos gazpachos, cocidos, potes, migas, atascaburras, empedrados, ollas podridas, que, al final satisfacen porque llenan la barriga y piden siesta como Sancho y porque todavía parece aguardar su venganza en muchos rincones esa “hambre histórica” que le comentara Cela a Manuel Alvar.
España ha vivido el mayor bienestar de su historia cuando comenzó la Transición (escríbase siempre con mayúscula) y se incorporó a Europa, hasta hoy. “Casualmente” coincide con el periodo del régimen de monarquía parlamentaria, esto es, la que permite desde tu convicción republicana y antimonárquica, con toda gama de signos como quemar la efigie del Rey o, más pacífico, exhibir banderas del otro lado de la calle, participar en elecciones, acudir a la cámara y levantarte sueldos que ni un catedrático o un cirujano y hasta sentarte en un sillón azul, y, siendo fino, en un par de rufianas legislaturas retirarte a tu marquesado de las afueras de la capital del reino, un chaletaco desde el que se atisba Zarzuela, si no te impide verlo una tinaja de esas de venta manchega de carretera.
Feijoo y Sánchez, tanto monta, se han dado el primer beso de adolescentes que sella una relación y se inicia con el control las exiguas cuentas de la Casa Real, a cuyo jefe no le dejarían sentarse en una mesa de poker una noche de esas previa a boda real como tampoco tendría sitio en la del tren de “El Golpe” a la que llegó Paul Newman con más papel en la billetera que el saldo del sexto Felipe en todas sus cuentas. La “Operación Torquemada” ya está en marcha. Hay que fisgar los bolsillos del Rey. Esto es un país en regla, y no esa Holanda que celebra su King’s Day a tope, con los mil doscientos millones de euros en la caja de sus monarcas.