La alarma del estado de alarma

14/12/2010 - 00:00 Esther Esteban

 
aya por delante que he apoyado en todo momento al Gobierno en su decisión de poner firmes de una vez a los controladores, dejando claro que su chantaje era intolerable y que no se puede permitir, bajo ningún concepto, que un colectivo de privilegiados tome como rehenes a los ciudadanos cada vez que les viene en gana. Le he dicho al ministro José Blanco en público y en privado que ya era hora de que alguien cogiera por los cuernos este toro y no le temblara el pulso con medidas firmes que tuvieran un efecto ejemplar y ejemplarizante. He entrevistado al ministro, al presidente de AENA y también a los controladores y todos, incluidos estos últimos, han tenido claro que después del famoso estado de alarma podíamos garantizarnos unas Navidades tranquilas, sin sobresaltos en los aeropuertos españoles. Con tal certeza pensaba -sin duda equivocadamente- que después de tal lío las cosas se habían encauzado pero no es así. La decisión del presidente Zapatero de ampliar el estado de alarma otros quince días -que exigirá una convalidación parlamentaria- es la prueba del algodón de que no puede garantizar el funcionamiento del servicio aéreo y por lo tanto de un fracaso. Aun aceptando que eran necesarias medidas como la militarización, incluso el estado de alarma- algo que chirría y mucho en una sociedad democrática- lo que ya no es normal es que tenga que reeditar tal situación excepcional. Es muy fácil pensar que lo que empezó siendo una medida de firmeza, apoyada mayoritariamente por los ciudadanos, se vuelva ahora contra el Gobierno incapaz de tener un plan para solventar la situación. Zapatero se equivoca si piensa que haber convertido a los controladores en los trabajadores mas antipáticos y odiados de la sociedad española, le da bula para abusar de determinadas medidas, máxime cuando el tema se viene arrastrando desde febrero, cuando el ministro de Fomento promulgó un decreto para fijar las condiciones laborales de este colectivo. La línea que separa el aplauso del abucheo, o el halago de la crítica es, a veces, tan delgada que si se traspasa no hay nada que hacer. El Gobierno ha dilapidado con su decisión de ampliar el estado de alarma la confianza que todos, incluido el PP, le dieron para actuar con contundencia, porque una cosa es la firmeza, en un momento puntual, y otra la incapacidad para tomar decisiones que solucionen definitivamente los problemas. Cada día que se amplia el estado de alarma debilita más al Gobierno y crea mayor inseguridad a los ciudadanos. Todo eso sin entrar en el terreno ideológico y en lo que significa que haya tenido que ser un Gobierno que presume de ser socialista y de izquierdas el primero en toda la historia de nuestra democracia que decrete el estado de alarma. Ampliarlo ahora lo que crea es, eso, alarma, ni más ni menos.