La alarma es la deuda

05/06/2011 - 13:06 Carmen Tomás

 
El ministro de Industria y el secretario de Organización del PSOE han reclamado en las últimas horas que no se hable de las cuentas de Castilla-La Mancha. Tanto Sebastián como Iglesias proclaman que pedir explicaciones como está haciendo el PP sobre la verdadera situación económica que atraviesa esa comunidad, que poner en cuestión las cuentas, es sembrar la alarma en los mercados. Para el Gobierno y el Partido Socialista querer saber la verdad es gamberrismo y propio de repúblicas bananeras. Es absolutamente irresponsable y vergonzoso que ahora que esa comunidad pasa a manos del PP, como han querido los ciudadanos de Castilla-La Mancha, querer saber cuál es la deuda y el déficit al que se enfrenta el nuevo gobierno sea negligente. Lo increíble y lo alarmante es el volumen de la deuda, que no se sepa nada, que no enseñen documentos, que no haya traspaso de poderes limpio y transparente.
 
  Lo que verdaderamente crea alarma es ver fotos que muestran cómo de noche, con premeditación y alevosía, salen furgonetas llenas de sacos de basura con papeles triturados y decir que son documentos personales. La alarma la crea el no saber en qué se gastan unos gobernantes el dinero que con tanto esfuerzo les sacan vía impuestos a los ciudadanos. Ya sabemos que la mala gestión y las malas prácticas han sido castigadas en las urnas. Pero, en este país se necesitan ya normas que también hagan pagar de alguna otra forma las conductas que estamos viendo en Castilla-La Mancha y en otros lugares de España. Hay que condenar enérgicamente el mal uso de los recursos públicos.
 
   El dinero sí es de alguien: de los españoles. Aquí, sin embargo, dejar las arcas vacías y llenas de deudas a servicios tan sensibles como la sanidad o la educación o la atención a los mayores, no tiene más pena que la de salir del Gobierno. Eso sí con una pensión vitalicia que ya la quisieran para si millones de ciudadanos. ¿Por qué gastarse 6 millones de euros, cuando le debes dinero a Caritas o a los transportistas de personas con diálisis, no tiene más consecuencias? Huele a podrido, a desfachatez y a insensibilidad. Tanto de los que han cometido las fechorías como de los que ahora "alarmados" piden que se silencie, no vaya a ser que los mercados, ese maligno, nos eche mal de ojo y nos lleve al carajo.