La aventura de la santidad

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

TRIBUNA
José Ignacio Varela González Director del Centro de Cultura Teológica de Guadalajara
“La santidad se presenta como una aventura que vale la pena vivir”.
Acabo de escribir el título y me estoy preguntando ¿no será demasiado atrevido, en la época que vivimos, encabezar así un artículo? Sinceramente, pienso que no. Hace unos cuantos años conocí un libro que se llama Camino.

En él me encontré unas palabras que a mí –al menos- me entusiasmaron: ‘estas crisis mundiales –señalaba su autor San Josemaría Escrivá de Balaguer- son crisis de santos’. Si tú que lees ahora este artículo por curiosidad, porque conoces al que lo firma o porque te interesa de verdad el tema, reflexionas un poco sobre estas mismas palabras estarás de acuerdo conmigo que hoy en día, de modo más acuciante que nunca, se necesita que todos los cristianos asumamos con plenitud la vocación a la santidad que hemos recibido en el bautismo, viviendo el Evangelio con audacia, con alegría.

Es este el mensaje del Opus Dei que su Fundador recibió de Dios hace ahora ochenta años. Fue el 2 de octubre de 1928 cuando nació el Opus Dei. San Josemaría hacía unos días de retiro espiritual en la Casa Central de los Paúles en Madrid. Y ese día, en que la Iglesia celebra la fiesta de los Ángeles Custodios, después de celebrar la Santa Misa, mientras se encontraba en su habitación releyendo unas notas que había llevado para reflexionar sobre su contenido, recibió la iluminación sobre toda la Obra que Dios le pedía realizar en la tierra. Sorprende que haya sido así, de forma tan sencilla, pero justamente la santidad, una buena propuesta para el hombre de hoy, se presenta como una aventura que vale la pena vivir.

Al igual que a otros universitarios de mi tiempo la lectura de Camino y el deseo de conocer bien a su autor me atrajo enormemente. La propuesta que hacía San Josemaría anunciando a los cuatro vientos que la santidad no es cosa para privilegiados y que la vida corriente y ordinaria ofrecía materia abundante para la santificación me impactó fuerte quizá porque al igual que muchos otros compañeros de estudios vivíamos en permanente inquietud por la edad y por la difusión de doctrinas que con facilidad agitaban la mente y el espíritu.

Con un espíritu así, abierto a acoger un proyecto de vida capaz de dominar tensiones y de orientar la propia vida hacia un horizonte claro, uno absorbía con facilidad cualquier fuente de ideas que tuviese un fundamento sólido. Las ideas que recoge Camino tienen –claramente- ese fundamento; sino, prueba a leerlo.
A finales de los años veinte del pasado siglo –en la época de la luz fundacional del Opus Dei- se producía, según los historiadores, una evolución paulatina pero generalizada hacia un estado social democrático, en el que las nociones de ‘vida ordinaria’ y de ‘profesión’ adquirían un especial significado. En este sentido, la reflexión filosófica y sociológica de ese periodo de entreguerras constituye un trasfondo frente al cual el mensaje de la santificación de la vida ordinaria que, en el espíritu del Opus Dei, gira como en torno a su quicio alrededor del trabajo, resulta especialmente luminoso.
Me parece que estos retazos son más que suficientes para resaltar el núcleo del espíritu que un día decidí asumir y daré siempre gracias de que no han sido ‘otras’ ideas preponderantes en la década de 1970 las que me dominaran pues –con gran probabilidad- sería ahora un nostálgico de lo que entonces parecía que iba a dominar el mundo y se quedó en nada. Sin embargo la aventura de la santidad sigue fascinando a todos los que se enfrentan a este reto con la seguridad de que si lo asumen con autentica fe se produciría la revolución más importante de la historia.