La China

23/02/2020 - 13:16 Marta Velasco

Después de la transición española empezaron a venir los primeros chinos, éramos curiosos y abiertos al mundo. Pero China está aquí y ha venido para quedarse.

En el calor de mi niñez lejana, / entre el libro y el juego, /China era un gran jarrón de porcelana/ amarilla con un dragón de fuego”. El poeta Nicolás Guillén publicó el poema que empieza así, en el periódico Hoy, La Habana 1960. 

  En mi niñez lejanísima, La China era el Celeste Imperio, un misterioso y distante país de Oriente con un Emperador todopoderoso que habitaba la Ciudad Prohibida. La China era jade y porcelana, albaricoques de junio, maderas de olor; era Marco Polo y 55 días en Pekín en el cine de verano. Era un juego de té con dragones y chinos de pálido rostro y quimonos floreados, regalo de boda para mis padres entronizado en la vitrina del comedor.

La China era Fumanchú con largas uñas y la hucha del niño del Domun; era los crisantemos y las dalias, el más suave pañuelo de mi madre, el pekinés gruñón de la vecina, la linda chinita de mi cuento, con su quimono, su pelo negro, ojos rasgados, boquita de corazón ... Era los gusanos de seda tejiendo capullos, con ese olor a primavera y a moras de árbol.

  Cuando Mao llegó hasta la Plaza de Tiananmen, se acabó la fantasía. China fue un país uniformado en gris, triste, poblado de hijos únicos, pequeños funcionarios y lugares oscuros para “reeducar”. Nunca me gustó la China de Mao, un país de ciudadanos idénticos, apretados en esos desfiles tan parecidos a las demostraciones sindicales o a las muestras de poder del Gran Dictador, y pinté en mi mapamundi el perfil de China con su tinta negra.

Después de la transición española empezaron a venir los primeros chinos, éramos curiosos y abiertos al mundo y les dimos una oportunidad. Empezamos por los rollitos de primavera y el arroz tres delicias.  Era rico, era exótico, a los niños les gustaba, te lo traían a casa y todo resultaba muy cómodo. Surgió una tremenda afición por la comida china y, con el progreso, vinieron los más exclusivos y deliciosos chefs.  Nos conquistó por el estómago la gran cocina oriental. 

Hoy los chinos han nacido en España, son nuestros vecinos. Comerciantes y ejecutivos, inversores con poder económico, que vienen a hacer negocios. Una clase media inteligente que regenta restaurantes y bazares, uñas y peluquerías prolifera por los barrios.  Masajes con final feliz.  Como en todas partes, hay personas honradas y mafiosos ….

  Pero China está aquí y ha venido para quedarse. He recordado que el poema de Nicolás Guillén, no terminaba bien, Y por fin lo que yo no sabía: toda la sangre que cabía / en un jarrón de porcelana.No quiero que China sea el coronavirus y el pangolín, me gusta que los viajeros orientales me traigan el recuerdo sedoso del pañuelo de mi madre, los juguetes del Último Emperador, el crisantemo y la dalia. Y que sea para mí lo que fue para Nicolás Guillén… “entre el libro y el juego, un gran jarrón de porcelana amarilla con un dragón de fuego”.