La cobardía de Rubalcaba

13/06/2011 - 00:00 Antonio Pérez Henares

 
Cuando la prudencia deviene en parálisis ya no es prudencia: es cobardía. Y es la cobardía política lo que define la actuación de Alfredo Pérez Rubalcaba a lo largo de todo este último mes como, entre otras cosas que le ocupan, Ministro del Interior. Cobardía y cálculo interesado, que no tienen porque ir separado sino que suelen, caminar, como en esta ocasión cogiditos de la mano.

   La obligación de ese Ministerio es hacer cumplir las leyes, preservando y garantizando los derechos y libertades ciudadanas. Rubalcaba ni ha hecho cumplir la ley y ha dejado que se conculcaran y violentaran los derechos de los ciudadanos. Su inanidad absoluta los ha dejado indefensos mientras que ha permitido que aquellos que se ciscan en las leyes impongan la suya propia en calles, plazas y ciudades. Cálculo y cobardía. La excusa de evitar males mayores -por ejemplo durante la jornada de reflexión- ha servido para instalar una sensación de impunidad absoluta. Porque absoluta ha sido la impunidad desde luego para hacer lo que viniera en gana.

   El ministro lo ha permitido y como postre el mismo se ha sometido a la imposición de los que ha dejado actuar como les ha dado su real gana , suspendiendo su encuentro con los militantes socialistas valencianos por temor a que el consabido grupo de "indignados" crearan incidentes. Esta ha sido la tónica general. Dejarles hacer lo que quieran para que no haya más problemas. Que ocupen la calle, que se apoderen de plazas, que corten el trafico, que sean los amos de los espacios de todos, que "tomen", son sus propias palabras, las ciudades y que unos centenares, como mucho unos miles en algunos lugares, pisoteen los derechos de todos los demás ciudadanos. ¡Que imagen tan penosas ahora regresadas se asimilan en la memoria!.

   El punto álgido y el disparate en que ha desembocado el disparate ha sido el acoso a los concejales electos, a los más directos representantes del pueblo. Confieso que tras ello mis primeras simpatías por el 15-M son ahora las justas. Esa pretensión de suplantar la soberanía popular por esa "asamblea popular" o "democracia directa" es una más que peligrosa deriva. Los apellidos a la democracia, "orgánicos" o "populares" acaban siempre en lo mismo. Cierto que la democracia no acaba en la urna, pero es allí donde comienza y el respeto a su decisión es la piedra angular sin la que lo demás no se sustenta.

   Los acosos a la puertas de los ayuntamientos han sido acto de acoso antidemocrático contra los representantes democráticamente elegidos por el pueblo. Son los que gritan "no nos representan" los que en realidad no se representan más que a sí mismos. Con esa actitud -que quizás sea ajena al movimiento en si mismo- el 15-M se ha descalificado de manera completa. Porque esos grupos de presuntos indignados, pequeñas hordas en algunos lugares, como mucho unos millares en Madrid, persiguiendo e insultando a los que han sido elegidos en las urnas es una aberración intolerable.

   Que de manera inaudita se jalea por las terminales mediáticas del PSOE y del Gobierno en un ejercicio de enajenación mental difícilmente comprensible y hasta tácticamente suicida. Que Rubalcaba, vicepresidente y ministro del interior, líder in pectore del PSOE, se pase a los "antisistema" y los "okupas" es de hacérselo mirar y prueba el desnorte y la confusión en que vive sumida esa fuerza política. A la que además, y aunque no lo crea para nada le ha de favorecer tal deriva. ¿Son estos los votos que busca?. Pues van listos. Agasajar a ese caladero y tales fórmulas les confronta de manera total con el común de las gentes y de sus propios votantes. O quizás es que piensen que por la mañana pueden ser diputados y concejales y por la noche ir a hacer sentadas contra el Parlamento y su propio ayuntamiento.

   Pues si. Creen que pueden y que con esa nueva mentira repescar votos. Ese es el cálculo. Un delirio fruto de la irresponsabilidad y en el caso de Rubalcaba de cobardía. Porque si quiere proseguir con tal juego lo primero que debe hacer es cesar en ese cargo. Porque no es tolerable que sea el ministro el valedor y simpatizante esencial de quienes conculcan las leyes. Y que tiene maniatadas a unas Fuerzas de Seguridad del Estado que tienen el deber de hacerlas cumplir y a que esta colocando en una situación lamentable y penosa.

P.D. La similitud de una turba de proetarras persiguiendo al concejal del PP Elorrio con la de las hordas de "indignados" acosando a los concejales tiene unos parecidos en verdad preocupantes. Por la forma ya son graves, pero es que también lo son de fondo. Por cierto que no se ha oído una mínima reflexión en esas asambleas sobre el terrorismo y esas cosillas que para ellos no tienen importancia. ¡Que curioso!