La Constitución

02/12/2018 - 13:49 Marta Velasco

Todos los ciudadanos sabemos, o debemos saber, como fue la transición de la dictadura a la democracia.

El pasado jueves se celebró el Día de Acción de Gracias, día inventado por los americanos hace siglos, aunque ahora digan los catalanes que fue cosa suya. Aprovechando la fecha, hice repaso de lo mucho que debemos agradecer a la vida: Nacer en Europa, en España y en una familia que nos procuró cariño y educación, fue una auténtica buena suerte. El momento era tortuoso, estábamos en la posguerra, pero tuvimos hermanos, amigos, risas y calle para jugar. Después, en la juventud, algo rebelde como es lógico, tomamos conciencia de que nuestra España, llena de sol, pero gobernada con mano de hierro por El Generalísimo, era como un divieso en la punta de la nariz de la moderna y democrática Europa.

Franco murió un 20N tras una larga agonía en el Hospital de la Paz, arropado por el manto de la Virgen del Pilar y agarrado a la mano incorrupta de Santa Teresa. No fue un magnicidio, sino una muerte natural muy esperada por la izquierda española, socialistas, comunistas y otros ciudadanos exiliados. Los partidarios de Franco, que no eran pocos, lo enterraron con dolor y con honores en el Valle de los Caídos y allí quedaron sepultados, bajo una pesada losa, el Caudillo y su dictadura.

Los jóvenes españoles en general lo celebramos con alegría y copas e inauguramos la Movida esa misma noche, porque España era un país de policía secreta, curas preconciliares y prohibiciones y, a partir de ese momento, a pesar de las lágrimas televisivamente ñoñas de Arias Navarro, empezamos a ver la luz y por fin llegó la libertad sin ira, cantada por Jarcha.  

Todos los ciudadanos sabemos, o debemos saber, como fue la transición de la dictadura a la democracia. Cómo el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez se comprometieron a hacer un Estado democrático, legalizaron los partidos políticos y entre todos, con la ayuda de profesionales, políticos y expertos en Derecho, lo consiguieron.  Gracias por la esperanza y la confianza que nos dieron. La Constitución Española de 1978 es el fruto de aquellos pactos, un orgullo para la mayoría de los españoles y un ejemplo para muchos países. Gracias.

Nuestros políticos, salvo honrosas excepciones, han ido empeorando según ha pasado el tiempo y la corrupción ha sido una lacra en algunas Comunidades Autónomas. Ahora tenemos un presidente cuyos propósitos más conocidos son viajar y desenterrar a Franco, lleva poco tiempo y personalmente espero que no dure, porque me recuerda a mi gato, que también es muy guapo. Azrael se va de casa y a la vuelta de unos días, llega ronroneando y me pone en los pies, como ofrenda, una rata muerta y tiesa, él es incapaz de cazar una rata viva. Lo voy dar en adopción, no me fío de él, es indolente y fingidor.

Hoy, la Constitución de 1978 y el Rey Felipe, que Dios guarde, son la única luz en un universo político lleno de incertidumbres. Larga vida a ambos.