La Constitución y los aires de cambio

19/09/2018 - 19:17 Manuel Ángel Puga

El precedente de este pretendido cambio no está en la Constitución de 1812 sino en la Constitución Bolivariana de Venezuela.

En el año 2012, con motivo del bicentenario de la Constitución de 1812, pronuncié una conferencia en la Casa de Galicia en Madrid, invitado por el Grupo Cultural Galicia en Madrid, que preside el ilustre profesor emérito de la Universidad Complutense, Dr. Manuel Mourelle de Lema. En aquella conferencia puse de manifiesto algo que hoy está plenamente contrastado: la Constitución de Cádiz, promulgada por las Cortes Generales Españolas el día 19 de marzo de 1812, ejerció una enorme influencia sobre otras Constituciones europeas y americanas. Hasta tal punto llegó esta influencia que les sirvió de modelo. Esto honra tanto a aquellos valientes constitucionalistas de Cádiz como a la propia España, ya que su Constitución iluminó a muchos países europeos y americanos.

Destacaba en aquella conferencia que la razón principal (sin olvidar otras muchas) de tal influencia fue que, ante la opresión del absolutismo real, los constitucionalistas de Cádiz tuvieron la valentía de decirle al mundo que el hombre no nace para ser súbdito ni esclavo de nadie, sino que nace para ser un ciudadano libre, que libremente ha de poder vivir y expresar sus ideas, claro está, bajo las restricciones y responsabilidades que establecen las leyes. Aquella gloriosa Constitución representó para el mundo la máxima exaltación de la libertad y del espíritu liberal ante el poder de la tiranía.

   Como no podía ser de otro modo, aquella Constitución también ejerció gran influencia sobre nuestra actual Carta Magna, siendo uno de sus más claros precedentes. Pero no sólo influyó sobre ella, sino que también lo hizo sobre la legislación española en materia educativa durante casi todo el siglo XIX, al igual que lo hizo sobre otros aspectos legislativos. La importancia y la trascendencia de la Constitución de 1812, indiscutible precedente de la actual, es algo que está fuera de toda duda.

Pues bien, a pesar de que nuestra Carta Magna tiene clavadas sus raíces en aquella ejemplar Constitución de Cádiz, nuevos aires de cambio pretenden arrancar algunas de esas raíces. De momento es el simple deseo de reformar el género de la Carta Magna. Quizá más adelante, y si ello se llevase a efecto, serían otras cosas más importantes. La verdad es que han comenzado a soplar en España aires de cambio, los cuales nos recuerdan aquella antigua “filosofía del Devenir” de Heráclito de Éfeso (año 500 a. C.). Según dicha filosofía, todo cambia y nada permanece; por tanto, la “ley de identidad” no tiene sentido y carece de validez, al estar todas las cosas sometidas a un incesante cambio. Pero es el caso que, de aceptar este criterio filosófico, habremos negado los supuestos de la explicación de lo real, es decir, de lo permanente frente a lo cambiante, de la unidad frente a la pluralidad, etc. La consecuencia sería que quedaría establecida como norma la “absoluta irracionalidad de lo real”. Algo que nos llevaría a situaciones imprevisibles.

Como es sabido, a mediados del pasado mes de julio, el Gobierno ha pedido un informe a la Real Academia Española con la finalidad de estudiar la reforma del género en nuestra Constitución. Se busca con ello que, por ejemplo, donde pone “ciudadanos” se sustituya por “ciudadanos y ciudadanas”; donde dice “trabajador” se ponga “trabajador y trabajadora”… Y así sucesivamente. El precedente de este pretendido cambio no está, por supuesto, en la Constitución de 1812, sino que está en la Constitución Bolivariana de Venezuela. Así, en dicha Constitución se dice “venezolanos y venezolanas”; “hijo de padre venezolano y de madre venezolana”, en lugar de poner “hijo de padres venezolanos”…

Según opinión de varios académicos, lo que se pretende es algo antieconómico y que no se corresponde con la forma corriente de hablar del pueblo. Santiago Muñoz Machado, académico de la RAE, ha manifestado que para llevar a efecto tal reforma de la Constitución “habría que establecer comisiones, lo que constituiría un proceso que duraría años”. Y sentenció: “Es una revolución imposible, si se quiere modificar las normas vigentes, y muy costosa”.  Por su parte, el novelista y académico Arturo Pérez-Reverte dio a entender que abandonaría la Real Academia Española, si se cediese en la reforma del género en nuestra Constitución… Por si todo esto fuera poco, debemos recordar que, de llevarse a efecto tal reforma, se establecería como norma “la absoluta irracionalidad de lo real”. Y todos sabemos que lo irracional jamás fue un buen camino.