La crisis como lección

03/01/2011 - 00:00 Andrés Aberasturi

Es fácil entender que la movida de Cascos da mucho juego; lo mismo que la subida en las tarifas eléctricas o las elecciones de mayo o el comienzo de la liga. Pero de esta crisis tendría que salir algo más que la discusión, o el pacto puntual. No sé qué organismo o institución se atrevería de una vez a afrontar el futuro ni sé si debería ser nacional, europeo o internacional. Pero hay algo claro: esto -o sea, todo- así, ya no se sostiene ni se va a poder sostener. Nadie ha querido ver en la irrupción de las nuevas tecnologías un cambio tan radical como fue en su momento la revolución industrial y menos aun han reflexionado sobre que la caída del muro de Berlín significó solamente el fracaso del modelo socialista y no la santificación del capitalismo. De esta crisis global, aunque yo quisiera referirme a España solamente, no podemos salir, cuando salgamos, para volver a lo de siempre. Alguien deberá replantearse dos grandes temas: si el estado de las autonomías -tal y como está- es viable y si el estado del bienestar -tal y como está- es sostenible. Comprendo que no es un tema para despacharlo en treinta líneas, pero me parece lo suficientemente importante como para pararse un momento y empezar a reflexionar sobre qué futuro debemos diseñar. Ahora que está tan de moda lo de la "transversalidad", yo encerraría a economistas, sociólogos, filósofos y un largo etcétera de eso que hemos dado en llamar intelectuales, tan solo para que marcaran unas líneas maestras sobre las que asentar el futuro. Naturalmente los gobiernos y las oposiciones tendrían que hacer luego algo de caso y pactar de una puñetera vez cosas tan elementales como la educación, la sanidad, las relaciones laborales, un sistema fiscal sin privilegios o la separación real de los tres poderes. Lo que no vale ya es seguir echando remiendos y deshaciendo lo que el otro hizo. No vale porque se ha demostrado que así no se va sino al caos y al fracaso. ¿Qué estado de las autonomías nos podemos permitir? ¿Cómo lograr que sobreviva -a qué coste- el estado del bienestar? Naturalmente que van a pesar, en esa utópica reunión, las ideologías, pero la realidad se impone como bien ha visto, demasiado tarde, este Gobierno. El objetivo sería llegar a principios claros y asumibles por todos sabiendo que todos tendrán que renunciar a algo; pero esto no es nuevo: así fueron los pactos de la Moncloa y la cosa no salió mal. En aquella ocasión nos jugábamos la libertad y merecieron la pena los sacrificios que cada uno hizo. Hoy está en juego el futuro y habrá que encararlo desde el realismo aunque las recetas que de allí salieran fueran duras. Las preguntas que uno se hace son varias: ¿Hay alguien dispuesto a llevar esa iniciativa? ¿Es posible a estas alturas dar marcha atrás en algunas concesiones a las autonomías? ¿Les interesa a los dos grandes partidos compartir esta responsabilidad histórica? ¿Sabremos aprovechar la crisis como una lección? No soy muy dado al optimismo, pero si superamos la crisis arrastrados solamente por la marea del tiempo y sin que nos sirva de nada el sacrifico de tanta gente, habremos perdido una oportunidad y más pronto que tarde, el castillo se volverá a derrumbar o, en el mejor de los casos, nunca llegará a construirse realmente.