La crisis en su laberinto

24/11/2010 - 00:00 Antonio Casado

La crisis irlandesa, como antes la griega o eventualmente la de Portugal, o la española, son manifestaciones de un mal más de fondo: la debilidad de una potencia económica, la europea, en cuyo diseño asimétrico la política económica no camina junto a la política monetaria. Una moneda única para una política fiscal diversificada. Una política monetaria común para una pluralidad de países con muy diferente estado de salud. Excelentes condiciones para satisfacer la voracidad de los especuladores que, naturalmente, atacan los flancos débiles y ponen en evidencia a un euro con los pies de barro. En el flanco débil está España, aunque no tan vulnerable como Grecia e Irlanda, sobre las que los mercados quieren poner a prueba la capacidad de dicha potencia económica (la Unión Europea) para reabsorber sus desequilibrios internos, los que anidan en su tóxica pluralidad de políticas fiscales. Para responder a tales desequilibrios -el griego y el irlandés, por ahora-, no hay respuesta automática de la UE como la habría en EE UU respecto a un agujero fiscal de California, Ohio, Arizona, etc., por cuenta de su propio sistema bancario. No. En el caso europeo la respuesta es ocasional, oportunista, sobrevenida, a través de los fondos de rescate creados sobre la marcha en la pasada primavera, cuando en Grecia se le vieron las orejas al lobo. Pero los mercados lo perciben como una solución de emergencia que no resuelve los problemas de fondo (defectuosa regulación de los mercados del capital y del trabajo, básicamente), sino que simplemente los aplaza. Los inversores, con un considerable componente especulativo en sus operaciones, siguen jugando a poner en evidencia que la UE tiene los pies de barro. Si se encuentran con una apariencia de Europa unida (el euro), exigen políticas propias de una Europa unida. Caiga quien caiga. Aunque caiga la política por los manotazos del mercado, que ese es otro debate. Y si no, seguirán denunciando la ficción. Es decir, la escandalosa asimetría entre una unión monetaria completa y dieciséis políticas presupuestarias distintas, con severas barreras laborales e idiomáticas entre ellas. Uno de esos dieciséis países es España, cargada de deuda pública y privada, aunque no tanto como Grecia e Irlanda, ya rescatadas por la UE y el FMI ¿Será España la próxima víctima de sus acreedores? Ahí estamos. Sin inspirar confianza a los mercados porque no crecemos ni creamos empleo. No crecemos ni creamos empleo porque los mercados nos imponen la austeridad y los recortes necesarios para reducir el déficit público. Pero si lo que toca es amarrar y apretarse el cinturón, no hay estímulos para crecer y crear puestos de trabajo. Y si no crecemos ni creamos empleo, no inspiramos confianza. ¿Nos están condenando los mercados al estancamiento? .