La cuesta de febrero

01/03/2011 - 00:00 Carmen Tomas

      La crisis no amaina y ya no podemos hablar de la cuesta de enero, que lo fue y bien empinada, sino que vamos a tener que incorporar a nuestro vocabulario habitual la cuesta de febrero. La crisis libia y nuestra dependencia de petróleo, por cierto la misma que hace 30 años, y de gas de ese país han puesto el precio del petróleo por las nubes. Y de ahí se está derivando un alza de la inflación que da de lleno en los bolsillos de todos los ciudadanos sin distinción. El siguiente paso desgraciadamente va a ser que nos suban los tipos de interés y esta decisión del BCE sólo vendría a embarrar aún más las posibilidades de que las empresas obtuvieran financiación para algún proyecto que necesita de mano de obra. En fin, como diría el castizo, a perro flaco todo son pulgas. Las ocurrencias del Gobierno sobre límites de velocidad y apagones de luces en las carreteras no son más que eso y no van a variar ninguna de las terribles circunstancias que se derivan únicamente de una mala política energética, de la falta desde hace años de un plan serio de suministro de energía.
   Todo ello enmarcado desde luego en una política económica que debería haber abordado algunos asuntos imprescindibles para generar confianza y después inversión y empleo. La verdad es que da bastante vergüenza tener un Gobierno que anda absolutamente a ciegas, dando tumbos y tomando medidas que ni sabe explicar ni tienen explicación. La realidad es bien dura. Europa acaba de anunciar que rebaja las expectativas de crecimiento de la economía española.
   Y, mientras, nuestro presidente diciendo que ya se ve la recuperación y que tenemos que estar contentos porque los fondos de Qatar (hasta hace poco malvados especuladores) compren empresas y cajas españolas. Dónde habrá quedado aquello de los campeones nacionales, cuando EON quería entrar en Endesa, operación que se abortó con ese pretexto, aunque luego se le diera al gobierno de Italia. Acabamos de coronar la empinadísima cuesta de febrero y nos disponemos a encarar la de marzo, que tiene la peor pinta