La culpa fue de...

01/05/2016 - 11:16 Pedro Villaverde Embid

Repetición de elecciones generales. Lo dramático es que el 27 de junio estaremos en una situación similar.

Repetición de elecciones generales, nada de segunda vuelta como las denomina el candidato morado, tras el incumplimiento por parte de la clase política del mandato expresado en las urnas por los ciudadanos.  El primero de los grandes fracasos es la constatación de que nuestro sistema electoral, diseñado para un bipartidismo, no funciona y resulta imprescindible su reforma para introducir lo que sí sería una auténtica segunda vuelta entre las dos formaciones políticas más votadas o entre las que hayan obtenido un determinado porcentaje de votos u otorgar un plus a la lista más votada, cuando la diferencia con la segunda sea significativa, para que gobierne quien el pueblo ha decidido. Pero eso ahora es simple teoría o hipótesis políticas porque para acometer cualquier cambio es necesario el entendimiento y el sentido común y ambos brillan por su ausencia en la que es con mucha diferencia la peor clase política desde hace siglos en el escenario español. Lo peor no es repetir unas elecciones, pese al coste económico, la imagen en Europa y el mundo o el inevitable frenazo a la economía por la inestabilidad, lo dramático es que el 27 de junio estaremos en una situación similar porque los grandes bloques obtendrán  parecidos apoyos aunque unos diputados pasen del rojo al morado o viceversa, del naranja al azul o al revés o incluso del rojo al naranja, los menos, y nunca del azul al morado o lo contrario. Por lo tanto salvo el ‘milagro’ de una mayoría absoluta de azules con naranjas o de rojos con naranjas o morados estaremos en las mismas y entonces ¿qué?, una tercera ronda, y la casa sin barrer. De pena. De momento toca escuchar cada día el mismo discurso. Mariano llamando irresponsable a Pedro, éste cargando las tintas contra Pablo que seguirá culpando a Pedro, y Albert decepcionado con Mariano y con Pedro y vuelta la burra al trigo una y otra vez, cada uno enrocado en su postura y con un orgullo que no les permite dar un paso al lado y regenerar sus propios partidos para que el votante vea al menos caras nuevas, aunque sea con los mismos programas. Decepción, hartazgo, enfado y desesperación entre los votantes. Empezamos una fea, durísima pero trascendental campaña electoral. Nuestro presente y el futuro de varias generaciones están en juego. Es para temblar.