La cuña

31/01/2020 - 11:54 Jesús de Andrés

Ver a los representantes de las organizaciones empresariales firmar acuerdos con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias e incrementar el salario mínimo hasta los 950 euros ha provocado el pasmo de más de uno.

Una legislatura es un camino largo e incierto, salvo que esté protegida por la garantía de una confortable mayoría absoluta. En España hemos iniciado un experimento novedoso: por primera vez se ha articulado un gobierno de coalición y a la sorpresa del mismo se ha unido el desconcierto de la oposición. Bien es cierto que los mimbres con que se ha trenzado el gobierno y las hipotecas resultantes de la consecución de la mayoría suficiente para el inicio de su andadura son considerables, pero también es cierto que no ha recibido el beneficio de la duda. Al contrario, ni cien días de respeto ni nada que se le parezca. A ello hay que añadir el incumplimiento de los vaticinios agoreros que anunciaban el apocalipsis rojo desde el primer momento. Ver a los representantes de las organizaciones empresariales -la patronal, como se decía antaño- firmar acuerdos con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias e incrementar el salario mínimo hasta los 950 euros ha provocado el pasmo de más de uno.

Por ello la oposición se va a ver obligada a reconducir su acción, a no caer en las trampas que le van a ser tendidas y a intentar desarrollar una agenda propia para no ir a remolque. La bisoñez demostrada por Pablo Casado y Teodoro García Egea con el asunto del “pin parental” ha sido tan de antología que posiblemente no volverán sobre ese tema en los próximos años. La confrontación ideológica, en la que tan cómodo se siente Vox, no tiene ningún recorrido electoral para el resto salvo que se considere en términos negativos. Eso lo entendió, tarde y mal, Ruiz Gallardón, a quien su proyecto de reforma de ley del aborto le acabó costando el puesto. La siguiente estación se llama eutanasia, y será otra ocasión propicia para poner en evidencia a los grupos conservadores que pretendan ir en contra de opiniones y sentimientos arraigados en la mayor parte de la sociedad. Tampoco el independentismo catalán, a cuyos estertores finales estamos asistiendo desde hace tiempo, movilizará -salvo catástrofe- más allá de lo previsible.

Queda una posibilidad que puede hacer mucho daño y así se ha visto en las últimas semanas: introducir una cuña entre los socios de gobierno que rompa la aparente unidad de las primeras semanas. Esa cuña se llama Venezuela y paraliza al PSOE y a Podemos, incapaces de dar pasos en uno u otro sentido. Que le pregunten a Ábalos. La dictadura venezolana, un adefesio castrista que acumula horror e inflación, autoritarismo y miseria a partes iguales, es el talón de Aquiles del gobierno. Poco favor se le hará, sin embargo, a la oposición venezolana si es utilizada en guerras que no son las suyas y que le supondrán, posiblemente, perder más apoyos de los que pueda ganar.