La democracia, según la izquierda

30/07/2012 - 11:28 Redacción

Lo que no consiguieron en las urnas tratan de conseguirlo en la calle: algaradas, manifestaciones, amenazas, indignados, cabreados, etc. Toda esa patulea que, derrotada en las elecciones generales, procura -a los seis meses, seis- desbancar al Gobierno por el procedimiento de urgencia, o sea, la violencia, la agresión, la extorsión, arte que el “rojelío” ha cultivado a lo largo y ancho de la historia de España.
    El matonismo, pues, recorre las calles de nuestras ciudades alentado por ese par de vagos y vividores que son Fernández Toxo y Cándido Ménedez, el barbudo que siempre me recuerda a uno de los personajes de Búster Keaton. Echar de comer aparte es el faltón y millonario Ricardo Martínez, secretario general de UGT por Madrid, quien el año pasado ganó 181.000 € en su faceta trincona como consejero de Caja Madrid, el mismo que defiende la enseñanza pública mientras sus hijos van a los mejores colegios de la privada; el que mandó a tomar por culo al hoy ex gobernador y correligionario Miguel Ángel Fernández Ordóñez, alias Mafo. Claro, que en este reparto de improperios no les fue a la zaga la diputada popular Andrea Fabra cuando dijo “que se jodan”. A decir verdad, pese a matices epistolares de arrepentimientos, no se sabe a ciencia cierta si la expresión iba dirigida a los trabajadores o a los socialistas, que siempre insultaron a la derecha. En esa misma dirección, Rubalcaba y sus boys llamaron “hijo de puta”, en los pasillos del Congreso, a Rafael Hernando, guadalajareño, y que va por Almería y no es santo de mi devoción, aunque él sea un mea pilas.
    Una cosa es la manifestación, un derecho ciudadano, y otra la violencia (escupitajos a la delegada del Gobierno en Madrid) y la alteración del tráfico rodado, cortar las vías de comunicación, quemar contenedores y prender fuego a neumáticos, etcétera. Resulta curioso que entre los detenidos en las protestas de los funcionarios haya hasta menores de edad, salvo que algún sindicalista colocara a su hijo/s con el dedo vivificador, no el Mouriño. Los medios de comunicación, por su parte, alientan las algaradas, y siempre con el latiguillo de “continuas cargas policiales”, pese a que los cuerpos de seguridad del Estado también son empleados públicos, aunque tengan la misión prioritaria de preservar el orden público. Y hasta Toxo, que comete faltas de ortografía hasta hablando, lee un manifiesto ante la Moncloa: váyase (seguramente con b), señor Rajoy. ¿Y en tiempos de ZP, qué? Nada de nada.
    Quiero concluir diciendo que los políticos, sálvese el que pueda, son una lacra. Tenemos 445.568 políticos empleados en la Administración Pública, casi el doble que Italia, en segunda posición, y trescientos mil más que Alemania. En cuanto a los liberados sindicales, la cifra se eleva a 65.130 viviendo de la sopa boba. Rajoy, a mi parecer, ante tanta golfemia, debería haber empezado por arriba. Dando ejemplo. No sólo basta con que se sea un tío honesto sino que, además, ha de parecerlo.