Uno de los aspectos más irritantes de la animadversión política entre los dos grandes partidos es el despeñamiento hacia una dialéctica tan burda que resulta ofensiva. No me apetece dar nombres, pero más de un tonto del PSOE ha insinuado o sugerido que la huelga de controladores ha sido avivada, en secreto, por el PP. Como para sustentar el equilibrio de la melonada social, a un tonto de izquierdas siempre se opone un tonto de derechas, no ha faltado alguna voz del PP echándole la culpa al PSOE de la huelga de controladores por haber aprobado
medidas en el consejo de ministros del último viernes, día de la fecha en la que siempre se han celebrado los consejos de ministros, incluidos los mandatos de Aznar.
"Mancanza sotigliezza", diría un italiano, pero no es que falte finura y sutileza, es que sobreabunda tanto la rudeza, la vulgaridad y la ramplonería, que la dialéctica política se ha convertido en un intercambio de mensajes a cual más tosco y descarado.
El cociente intelectual, llamado IQ (Intelligence Quotien) ha variado desde las proporciones puestas en práctica por Binet y Simon, y ahora se emplea el Wechsler Adult Intelligence Scale, que se puede emplear tanto para individuos aislados como para poblaciones. Y uno de los efectos demostrados, y llamado el efecto Flynn, es que la inteligencia de los ciudadanos sube unos tres puntos cada diez años. Por cierto, incluidos los españoles. Que personas relevantes,
tanto del PSOE como del PP, no se hayan enterado del IQ de sus compatriotas, y echen mano de la demagogia más ordinaria y tosca, me parece deslumbrante existiendo tantos asesores en nómina. Porque no hay nada que moleste más que tener la certeza de que el que habla en público está convencido de que será bueno emplear la dialéctica burda porque casi todos somos unos bobos.