La estética de la urgencia

23/06/2011 - 00:00 Charo Zarzalejos

 
La familia está tranquila. La operación ha salido bien, las constantes vitales están en orden. La enfermera abandona la habitación. Pasa un rato y la familia percibe que el enfermo empalidece. De inmediato suena el timbre y la enfermera entra. Toma el pulso y disparada busca apoyo médico. El revuelo es inmediato: médicos, más enfermeras, electrocardiograma y una inyección para ver si así se sortea la eventualidad de ir a la UVI. Es la parafernalia, la liturgia, la estética teñida de ansiedad que acompaña siempre a la urgencia sobrevenida. Así está el Gobierno, como ese enfermo del que hay que estar pendiente porque es candidato al ingreso en la UVI.

   La estética de la urgencia es lo que se vivió el miércoles en el Congreso para que ayer jueves, el Presidente pudiera viajar a Bruselas con los deberes de la reforma laboral medio hecha. En esa urgencia se empleó a fondo el ministro de Trabajo que habló y habló para ganar tiempo, mientras los médicos de guardia se afanaban en lograr el antídoto del desastre. Y ahí nos encontramos con el mismo Presidente tratando de conseguir los sueros necesarios llamados Erkoreka y Durán, después eso sí de haber hablado con el médico titular, es decir Iñigo Urkullu. El decreto, como el enfermo grave, amenazaba sucumbir y en el último instante, con la ansiedad propia de la urgencia, se llegó a un acuerdo cuya letra se irá conociendo cuando el desarrollo del citado decreto se debata en el Congreso.

   En principio y a falta de mayor concreción, el Gobierno ha pactado con la derecha nacionalista cuestiones bien sensibles en las que no hubo acuerdo entre sindicatos y patronal y que no es seguro que el Gobierno motu proprio las hubiera introducido. Si se cumple lo acordado, las mutuas tendrán su papel en el absentismo laboral, el salario irá vinculado a la productividad aunque esto solo figure -de momento- en el prólogo y ELA y LAB, sindicatos mayoritarios en el País Vasco se hacen con el santo y seña de la negociación colectiva en la comunidad autónoma vasca. Sin pactos no hay política duradera pero todo necesita de su estética y al margen del fondo de lo acordado, esa estética de la urgencia es patética y traslada una imagen de debilidad del Gobierno difícil de conjurar. Si España, como país, camina arrastrando los pies lo último que necesita es un Gobierno que como el enfermo que de repente empalidece, nos tenga en un permanente paseo por el abismo.

   El Ejecutivo es bien consciente de su situación pero apela a la necesidad de ahondar en las reformas necesarias para no convocar elecciones. Sin embargo, las reformas que necesita nuestro país son de tal alcance que sólo son efectivas y creíbles si se acuerdan entre quienes gobiernan y pueden gobernar, no solo con partidos que como el PNV mira primero para su territorio, segundo para su territorio y tercero para su territorio. CiU, en esta ocasión, ha tenido el "aquel" de introducir cuestiones que trascienden a Cataluña pero en cualquier caso si algo hay seguro es que ni PNV ni CiU gobernaran nunca España, aunque en estos momentos, por debilidad del titular, sean ellos los que de verdad mandan en el calendario político que es tanto como decir que mandan en España.

   La única manera de "dignificar" este tiempo _poco, muy poco_ ya de descuento hubiera sido que el Presidente, que ha optado por inmolarse, se hubiera dejado la piel intentado un acuerdo con el PP. Si el PP hubiera rechazado ese hipotético gran esfuerzo del Presidente ,hubiera merecido la crítica más absoluta y radical, pero como ha fallado la premisa necesaria porque el Presidente llama a Urkullu y no a Rajoy para salvar el decreto de la reforma laboral, creo que la crítica preventiva al PP no procede.

   Si Rajoy llegara al poder estará obligado a dejarse la piel para buscar los grandes acuerdos que España necesita. Si no lo hiciera y criticara a la Oposición tendrá tan poca razón como poca tiene el Gobierno cuando censura al PP que no le de su apoyo cuando de manera bien deliberada ha optado, de manera sistemática, por llamar antes a Urkullu que a Rajoy. El enfermo llamado Gobierno se ha salvado, in extremis, de la UVI llamada "elecciones", pero la familia llamada "España" ve que el ingresado en urgencias no sale de la palidez.