La fe cristiana nace del encuentro con Cristo
24/09/2012 - 13:24
Los cristianos, cuando rezamos el Credo, al pronunciar la palabra Creo, estamos afirmando que nos fiamos de Dios y que estamos convencidos de que sus Palabras son verdad y vida. Al decir Creo, estamos expresando una convicción que debería afectar a lo más profundo de nuestra existencia y de nuestros comportamientos. Gracias a la luz de la fe, que nos viene de Jesucristo, podemos ver que nuestra vida tiene un sentido y que existen razones sólidas para esperar con confianza.
Ahora bien, tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué podemos confiar en Dios? ¿Cuál es la última razón de nuestra fe? La razón última de nuestra fe y de nuestra confianza en Dios está en el hecho de que Él ha querido revelarse y mostrarse a toda la humanidad por medio de Jesucristo para que los hombres puedan responder a su revelación.
El Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo las enseñanzas de la Sagrada Escritura y del Concilio Vaticano II, afirma que la fe es una adhesión personal del hombre entero a Dios que se revela. Comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y sus palabras (n. 76).
De acuerdo con esta definición del Catecismo, podemos afirmar que la fe cristiana es, ante todo y sobre todo, un regalo de Dios al hombre. El Señor, presente en lo más profundo de nuestro corazón, es quien nos llama, nos mueve a buscarle, nos ayuda a descubrir la necesidad que tenemos de su salvación y nos atrae hacia Él para que le prestemos la adhesión de la fe.
Por lo tanto la fe no consiste principalmente en la adhesión a unos contenidos doctrinales o a unas enseñanzas morales, sino a una persona, que tiene la capacidad de seducirnos y transformarnos interiormente. Aunque estos conocimientos de las verdades de la fe ciertamente son necesarios e importantes, sin embargo no son lo primero. Puede haber personas que sepan muchas cosas de Dios y de la religión cristiana y, sin embargo, no creen en Él ni están dispuestas a seguirle.
La fe cristiana es la respuesta confiada a una persona, que nos invita a entregarle la vida y a estar disponibles para la misión porque nos ama con amor infinito. El Papa Benedicto XVI, refiriéndose a esta capacidad de Dios para orientar nuestra vida a partir del encuentro personal con Él, afirma que: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.
Esta orientación decisiva en sus vidas la vivieron los discípulos de Jesús y miles de cristianos a la largo de la historia de la Iglesia al acoger su revelación. Hoy, cada uno de nosotros podemos dejarnos transformar por el mismo Dios en lo más profundo de nuestro corazón, puesto que Él sigue saliendo constantemente a nuestro encuentro a través de su Palabra, de los Sacramentos, del testimonio creyente de los hermanos y de las maravillas de la naturaleza para hablarnos y para regalarnos su amor y para ofrecernos su salvación. Cuando descubrimos y escuchamos las constantes llamadas de Dios a vivir en su amistad, entonces, guiados por el Espíritu, podemos responderle con el testimonio de nuestro amor.
Ahora bien, tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué podemos confiar en Dios? ¿Cuál es la última razón de nuestra fe? La razón última de nuestra fe y de nuestra confianza en Dios está en el hecho de que Él ha querido revelarse y mostrarse a toda la humanidad por medio de Jesucristo para que los hombres puedan responder a su revelación.
El Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo las enseñanzas de la Sagrada Escritura y del Concilio Vaticano II, afirma que la fe es una adhesión personal del hombre entero a Dios que se revela. Comprende una adhesión de la inteligencia y de la voluntad a la Revelación que Dios ha hecho de sí mismo mediante sus obras y sus palabras (n. 76).
De acuerdo con esta definición del Catecismo, podemos afirmar que la fe cristiana es, ante todo y sobre todo, un regalo de Dios al hombre. El Señor, presente en lo más profundo de nuestro corazón, es quien nos llama, nos mueve a buscarle, nos ayuda a descubrir la necesidad que tenemos de su salvación y nos atrae hacia Él para que le prestemos la adhesión de la fe.
Por lo tanto la fe no consiste principalmente en la adhesión a unos contenidos doctrinales o a unas enseñanzas morales, sino a una persona, que tiene la capacidad de seducirnos y transformarnos interiormente. Aunque estos conocimientos de las verdades de la fe ciertamente son necesarios e importantes, sin embargo no son lo primero. Puede haber personas que sepan muchas cosas de Dios y de la religión cristiana y, sin embargo, no creen en Él ni están dispuestas a seguirle.
La fe cristiana es la respuesta confiada a una persona, que nos invita a entregarle la vida y a estar disponibles para la misión porque nos ama con amor infinito. El Papa Benedicto XVI, refiriéndose a esta capacidad de Dios para orientar nuestra vida a partir del encuentro personal con Él, afirma que: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.
Esta orientación decisiva en sus vidas la vivieron los discípulos de Jesús y miles de cristianos a la largo de la historia de la Iglesia al acoger su revelación. Hoy, cada uno de nosotros podemos dejarnos transformar por el mismo Dios en lo más profundo de nuestro corazón, puesto que Él sigue saliendo constantemente a nuestro encuentro a través de su Palabra, de los Sacramentos, del testimonio creyente de los hermanos y de las maravillas de la naturaleza para hablarnos y para regalarnos su amor y para ofrecernos su salvación. Cuando descubrimos y escuchamos las constantes llamadas de Dios a vivir en su amistad, entonces, guiados por el Espíritu, podemos responderle con el testimonio de nuestro amor.