
La France
Francia está en un punto muerto que anuncia lo que nos puede pasar al resto. No se puede jugar con gasolina.
No estuvo muy inspirado Emmanuel Macron, el presidente francés, cuando, tras el mal resultado obtenido en las elecciones europeas, decidió adelantar los comicios parlamentarios. Macron, que alcanzó la presidencia de la República a los 39 años, convirtiéndose en el mandatario más joven desde Napoleón, se impuso por dos veces en las elecciones presidenciales a Marine Le Pen, líder del extremista Frente Nacional, en 2017 y 2022. Lo hizo al frente de un partido centrista de nueva creación, venciéndola en ambas ocasiones en segunda vuelta. Al frente del Estado francés ha promovido la refundación de la Unión Europea y le ha tocado vivir momentos como el Brexit, la pandemia o la invasión rusa, en la que se ha destacado como el principal valedor de Ucrania frente a las medias tintas de otros países europeos y el apoyo que la extrema derecha y la extrema izquierda francesas dan a Putin.
No se sabe qué le empujó a decidir el adelanto electoral, más allá de un envalentonamiento repentino, de la pretensión de dar una segunda oportunidad a sus votantes: no me habéis votado, os habéis equivocado y vamos a votar de nuevo. Se quiso marcar un Pedro Sánchez tras su derrota en las municipales de 2023, que le condujeron a renovar la presidencia unos meses después, pero no le salió. No era necesario convocar unas elecciones para las que faltaban tres años, y menos en un escenario como el actual. Lo cierto es que, en el sistema político francés, la figura del presidente del gobierno tiene un papel muy secundario, pero tampoco hay que regalarlo. Salvo que sean ustedes especialistas o estén muy interesados en lo que pasa en el país vecino, posiblemente ni les suenen los nombres de los presidentes del gobierno que han coincidido con Macron, los tres últimos de su partido: Édouard Philippe (2017-2020), Jean Castex (2020-2022), Élisabeth Borne (2022-2024) y Gabriel Attal (2024).
El resultado ya lo conocen: los franceses se vieron abocados a tener que elegir entre la extrema derecha nacionalista y putinista de Le Pen o la extrema izquierda de un ingobernable conglomerado de partidos anticapitalistas, antieuropeístas y antisionistas, pero pro-Putin, liderados, por decir algo, por Jean-Luc Mélenchon. Lo mejor de cada casa. La Agrupación Nacional de Le Pen se impuso por la mínima en primera vuelta y el Nuevo Frente Popular, gracias a las alianzas con el partido de Macron, para evitar que gobierne la extrema derecha, lo hizo en la segunda. Como ya le pasó a Brasil, que tuvo que elegir entre Bolsonaro o Lula, los extremos están vaciando el centro. Francia está en un punto muerto que anuncia lo que nos puede pasar al resto. No se puede jugar con gasolina.