La habitación contigua
Aquí os dejamos un estremecedor escrito que nos manda Laura Fernández Blanco desde la frontera del Covid-19.
Escribo desde una de las habitaciones del hospital que limita con el área covid.
Gracias a alguna deidad o al azar, o a lo que Dios y Buda quieran, veo todo desde el otro lado.
Veréis... Yo soy fuerte ¿Eh?
Lo soy físicamente, por todo lo que habita en mi expediente y mi bagaje.
Pero sobre todo, lo soy mentalmente porque he jugado a un jaque varias partidas con la muerte. De tú a tú. Defendiendo con garras a mi rey y mi vida, casi olvidando a mi reina...
Que voló hasta el cielo desde mi tablero Blanco.
Esa fortaleza la he llevado siempre por bandera. Al menos si la vida es una hija de puta, que te sirva de coraza ¿No?
¿Y sabéis qué? Las lágrimas me caen desde las 11:00 hasta el ombligo.
Os juro que, desde casa, el monstruo se ve de caleidoscopio verde bonito y de tamaño enanito de Blancanieves.
Yo lo veía así, al menos. Con toda esa soberbia que te da la perspectiva de una vida curtida y joven. Con toda esa cercanía, desde el televisor al mundo, que no son más que cenizas de un balcón imaginario.
Y ahora, en esta habitación contigua a la zona sars... Me basta con asomar un poco los ojillos para ver el gran plástico cubierto de cinta roja. Me basta para ver la palabra COVID de frente y sin simpatías ni presentaciones. Veo a los médicos cubiertos hasta el dedo anular y vestidos de amarillo peligro. De amarillo urgencia. De amarillo muerte.
Y sí, mi reina se fue hace ya años. Pero se fue en mis brazos. Quién me iba a decir que eso sería un regalo.
Porque ahora miro al plástico que separa mi enfermedad crónica de esos pacientes... De esos pacientes que hasta que no he estado aquí, no eran personas y vidas. Ni nietos ni padres. Ni hijos ni hermanos. Sólo pacientes.
Ojalá que nadie más tuviera que vivirlo para ser consciente...
Yo, particularmente, hoy he comprendido que el día que vuelva a salir, cuando me den el alta, no daré por hecho el volver a casa. Que no volveré a dar nunca jamás, y bajo ningún concepto, el hecho tan cotidiano y jodidamente milagroso... que es volver a casa.
Laura Fernández Blanco.