La ignorancia es la fuerza
01/10/2010 - 09:45
Por:
Cartas al director
MANUEL GRANADO HERREROS / Guadalajara
Como el resto de vecinos, en marzo recibí en mi domicilio una carta personalizada de nuestro excelso y magnánimo alcalde que era réplica de un folleto que había buzoneado antes el principal partido de la oposición. La epístola del munícipe descalifica con toda suerte de arrebatos a éstos, que habían osado poner en tela de juicio su gestión en éste, mi barrio desde hace ya casi 30 años. Hablo de Los Manantiales.
Entre algunas de sus lapidarias frases, escribió: En los últimos meses has recibido en tu hogar algunos folletos del Grupo Municipal Socialista repletos de mentiras, calumnias y difamaciones. ¡Vaya, y yo sin enterarme! Reviso los maquiavélicos panfletos de los socialistas y no encuentro por ningún sitio esos descréditos de los que habla el alcalde. ¡Vamos, que la mejor defensa es un buen ataque!, jugando sucio e intentando enfrentar a los vecinos con cartas incendiarias, actitud lastimera en la que se desacredita él solito.
Presume que se han acometido en el barrio inversiones por valor de casi 2 millones de euros como si hubieran salido de la contabilidad municipal, que parece el cuerno de la abundancia con tanta contrata. Pero el algodón no engaña. Ni los carteles que pusieron antes de colocar las primeras piedras tampoco. Sabemos que esas obras se han realizado gracias al dichoso Plan E de señor Zapatero y a los dineros de la Junta de Comunidades, por mucho que el alcalde saque pecho. Eso sí, la paella a la que nos invitó, también cartelería mediante, estaba cojonuda. Por cierto, no estaría de más que alguien se diese una vuelta por aquí porque los materiales recién estrenados no han soportado ni los 100 días de cortesía, ¿quién fue el iluminado que se lo ocurrió adoquinar la calle más transitada del barrio, por donde pasa continuamente tráfico pesado como autobuses y furgonetas?, por no decir, de cuando se cuela un camión o trailer.
Me permito recordarle que mi barrio es algo más que las calles La Isabela, Archena y Lanjarón, las más frecuentadas. Existen otras muchas como Arca del Agua y Cutamilla, o la parte posterior de Carabaña e incluso la calle Buenafuente, conocida como la del colegio Isidro Almazán, que dejan bastante que desear. Por no hablar de otras obras prometidas en su día y con las que ya hemos perdido hasta la vergüenza. ¿Se acuerda? Sí, me refiero a la rehabilitación del antiguo cuartel de aerostación, un magnífico edificio de finales del siglo XIX y comienzos de la anterior centuria, que se iba a convertir en Centro de Día. ¿De verdad alguna vez tuvo interés en este proyecto? Yo apostaría que jamás. Y ya que estamos metidos en harina, me voy a desahogar con usted. Me exasperan los servicios de la Policía de Proximidad, ésa de la que tan orgullosa se siente la señora Agudo y que ha desaparecido como por ensalmo de las calles. Y cuando asoma se ensaña y deja tarjetas de visita en los vehículos estacionados en doble fila. Para que sepamos que se han dado una vuelta por el barrio. El hábito no hace al monje y estos agentes nos tienen en un sinvivir. ¡Cómo si no hubiera problemas más graves de circulación en otros puntos de la ciudad! Pero cuando se requiere su presencia, ¡ay!, eso ya es otra cosa y se convierten en maestros del escaqueo. ¡Cuánto desamparo si no fuera por la Policía Nacional o la Guardia Civil! Y sé de lo que hablo, pues lo he padecido y sigo padeciéndolo en mis carnes, no siendo el único.
En fin, señor Román, no atente tanto sobre nuestra inteligencia. No basta con las visitas guiadas por el barrio. Con esa artimañana en forma de amable carta con la que nos ha deleitado, demuestra que le importan más los certificados de obra que las frustraciones del vecindario, no conociendo, como le ocurre con el resto de la ciudad, la realidad de Los Manantiales, un barrio, que a pesar de ser del extrarradio, también somos Guadalajara.
Presume que se han acometido en el barrio inversiones por valor de casi 2 millones de euros como si hubieran salido de la contabilidad municipal, que parece el cuerno de la abundancia con tanta contrata. Pero el algodón no engaña. Ni los carteles que pusieron antes de colocar las primeras piedras tampoco. Sabemos que esas obras se han realizado gracias al dichoso Plan E de señor Zapatero y a los dineros de la Junta de Comunidades, por mucho que el alcalde saque pecho. Eso sí, la paella a la que nos invitó, también cartelería mediante, estaba cojonuda. Por cierto, no estaría de más que alguien se diese una vuelta por aquí porque los materiales recién estrenados no han soportado ni los 100 días de cortesía, ¿quién fue el iluminado que se lo ocurrió adoquinar la calle más transitada del barrio, por donde pasa continuamente tráfico pesado como autobuses y furgonetas?, por no decir, de cuando se cuela un camión o trailer.
Me permito recordarle que mi barrio es algo más que las calles La Isabela, Archena y Lanjarón, las más frecuentadas. Existen otras muchas como Arca del Agua y Cutamilla, o la parte posterior de Carabaña e incluso la calle Buenafuente, conocida como la del colegio Isidro Almazán, que dejan bastante que desear. Por no hablar de otras obras prometidas en su día y con las que ya hemos perdido hasta la vergüenza. ¿Se acuerda? Sí, me refiero a la rehabilitación del antiguo cuartel de aerostación, un magnífico edificio de finales del siglo XIX y comienzos de la anterior centuria, que se iba a convertir en Centro de Día. ¿De verdad alguna vez tuvo interés en este proyecto? Yo apostaría que jamás. Y ya que estamos metidos en harina, me voy a desahogar con usted. Me exasperan los servicios de la Policía de Proximidad, ésa de la que tan orgullosa se siente la señora Agudo y que ha desaparecido como por ensalmo de las calles. Y cuando asoma se ensaña y deja tarjetas de visita en los vehículos estacionados en doble fila. Para que sepamos que se han dado una vuelta por el barrio. El hábito no hace al monje y estos agentes nos tienen en un sinvivir. ¡Cómo si no hubiera problemas más graves de circulación en otros puntos de la ciudad! Pero cuando se requiere su presencia, ¡ay!, eso ya es otra cosa y se convierten en maestros del escaqueo. ¡Cuánto desamparo si no fuera por la Policía Nacional o la Guardia Civil! Y sé de lo que hablo, pues lo he padecido y sigo padeciéndolo en mis carnes, no siendo el único.
En fin, señor Román, no atente tanto sobre nuestra inteligencia. No basta con las visitas guiadas por el barrio. Con esa artimañana en forma de amable carta con la que nos ha deleitado, demuestra que le importan más los certificados de obra que las frustraciones del vecindario, no conociendo, como le ocurre con el resto de la ciudad, la realidad de Los Manantiales, un barrio, que a pesar de ser del extrarradio, también somos Guadalajara.