La impaciencia del PP

03/04/2011 - 13:37 Rafael Torres

 
Si al que sabe esperar, la realidad le premia, pudiera suceder que al que no sabe, le castigue. En todo caso, hay pecados (en política, la impaciencia lo es) que llevan en sí la penitencia, sobre todo aquellos lastrados por la reiteración: ¿cuántas veces vendió el Partido Popular la piel del oso antes de cazarlo? Hoy, con el sólo anuncio de que el presidente Rodríguez Zapatero no concurrirá el año que viene a las elecciones, la derecha española agavillada en torno a ese partido celebra la decisión como si ya hubiera conquistado el poder, orillando el vigente mandato electoral que faculta al actual Gobierno, e incluso los propios comicios que habrán de celebrarse al término de la legislatura, a las cunetas de lo irrelevante, cuando no de lo inconveniente. Pero el caso es que Zapatero sigue ahí, donde le colocaron los votos, y por eso le exigen que se vaya inmediatamente los que, sin embargo, le necesitan para figurarse una victoria electoral neta, absoluta, lapidaria, basada sólo en el demérito del contrario, y no, en ninguna medida, en los méritos propios.
    Sin Zapatero en el horizonte, en efecto, la perspectiva cambia para los impacientes que con su debelación constante creían haber vencido definitivamente a su favor la expresión de las urnas, pero esa ansiedad, tan poco edificante en un partido que aspira a gobernar desde la supuesta templanza del supuesto centro, podría agrietar la fe sin fisuras del PP en el triunfo que, en puridad, hoy sólo establecen los sondeos. La posibilidad de que otro con mejor cartel que Zapatero, llámese Rubalcaba o Chacón, les dispute la pieza que creían cobrada, y que muy probablemente habrían cobrado, le pone de los nervios, y no sólo por la desazón que a la derecha le produce siempre lo nuevo, sino porque se siente forzada a proponer a la ciudadanía algo cuando menos tan cautivador como que se pire Zapatero, su único argumento programático hasta la fecha. Con lo que les costó demonizar a Zapatero, y ahora tienen que buscar precipitadamente un rabo y unos cuernos que le sienten bien a otro.