La ira de Mas

05/11/2015 - 23:00 Emilio Fernández Galiano

Recuerdo aquella portada del ABC cuando, en plena vorágine terrorista, aparecía un guardia civil llevando a hombros a un ciudadano vasco salvándole de las inundaciones que padecieron esas tierras, allá por el año 1983. Ignoro cómo Mingote retrataría hoy lo que ocurre ahora en Cataluña con la misma brillantez que lo hizo en su periódico hace tantos años. En pleno chantaje secesionista el “govern” de Mas se permite el descaro de pedir ayuda al Estado, esto es, a España, para pagar a sus farmacéuticos por haberse gastado la pasta en embajadas, propaganda y comisiones para la familia Pujol y sus diferentes administradores. Las inundaciones del País Vasco las causaron la ira de la naturaleza, o la de Dios, vaya usted a saber. La dramática situación financiera por la que atraviesa Cataluña está provocada por una penosa gestión y la ira generada por unos votos que no tienen, unos votos que les faltan, un apoyo social que se les resiste. Es la ira de la sinrazón, de la desesperación, la de una huida hacia ninguna parte por no mirar atrás, no reconocer sus miserias, no purgar sus pecados y no responder ante la justicia. Artur Mas no huye de España, huye de sí mismo. Anteayer desparramó, otra vez, sobre la mesa de sus consejeros su ira al reprocharles las críticas que recibe y que, inevitablemente, cada vez son mayores. Mas es ya un cadáver político andante. Un zombi secesionista.
Un pez fuera del agua dando desesperadamente boqueadas intentando buscar una última pecera que le acoja, por muy revolucionaria que sea. Su deriva independentista es su última opción, pero él sabe que es una opción inviable, irreal. Son sus últimos días, inmerso en una alocada espiral con un fatal destino. Al político se le debe exigir respeto a las normas y sometimiento a las leyes y a las decisiones de los órganos judiciales, pilar de cualquier Estado de Derecho. Pero nuestro personaje merecería un tratado psiquiátrico de envergadura. No por una enajenación repentina, sino por un paulatino trastorno mental irreversible.
Sólo así se puede entender que haya pasado de representar a la burguesía catalana a defender los intereses de la izquierda más radical y anti sistema. Que haya pasado de liderar el partido más importante de Cataluña a ser mero comparsa zarandeado por unos y otros, incluidos los suyos. De ahí su estado iracundo, propio del que obedece a la fiera que tenemos dentro en lugar de a la inteligencia que la debiera dominar, los principios que forjan nuestra lógica y los sentimientos que dictan nuestros comportamientos, sobre todo el sentimiento democrático, concepto que tiene altamente atrofiado. Impresiona, por su plena identificación, la definición que del término “ira” realiza la enciclopedia Wikipedia: “La ira (en latín, ira) puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado.
Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en creencias políticas y religiosas, generalmente deseando hacer mal a otros. Una definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias…”