La levedad de ZP

15/04/2011 - 00:00 Fermín Bocos

 
Mientras tiene poder, un político puede hacer todo. Todo, menos el ridículo. Cuando traspasa esa línea -y no digamos si es reincidente-, ocurre que nadie se lo toma en serio. Algo de eso le está pasando al ciudadano Rodríguez Zapatero, cuya última etapa presidencial parece que está marcada por las meteduras de pata. La última ha sido contarnos el cuento chino de que el Gobierno de China estaba dispuesto a invertir 9.000 millones de euros en España. Concretamente en el proceloso mundo de las cajas de ahorros. Lo dijo en rueda de prensa, fueron testigos los enviados especiales, lo vimos por la televisión y, al día siguiente, lo publicaron todos los periódicos. Pues bien, como se sabe, La Moncloa ha tenido que recular: no era verdad que el acuerdo para invertir estuviera cerrado; lo que realmente dijeron los chinos es que "estudiarían" la cosa.
    En resumen: buenas palabras, pero nada concreto. No hay tal compromiso por parte de los inversores chinos. Llegados a este punto cabe preguntarse por qué Zapatero hace estas cosas -como digo, no es la primera vez que anuncia algo que luego se ve obligado a rectificar-. Tengo para mí que lo hace porque, a la manera de algunos de los personajes de Borges (autor por el que ha dicho sentir predilección), Zapatero percibe la realidad de manera diferente al común de los mortales. Cree que las palabras no tienen por qué ser esclavas de la realidad o no tienen por qué asumir tamaña servidumbre. Así que cuando anunció la disposición china a invertir en el proceloso sector de las cajas de ahorros españolas estaba diciendo lo que quería que pasara.
    Que los interlocutores chinos se hubieran limitado a decir que lo estudiarían -una fórmula tradicional de cortesía-, para Zapatero carecía de importancia. Anunciándolo en los términos que lo hizo pretendió ayudar a que el milagro fuera posible. Qué no haya sido así, para él, también carece de importancia. Sigue pensando que su fuerte es la intuición y es probable que crea que, al final, los chinos son tan ingenuos como para meter su dinero en algunas de las cajas dañadas por la gestión aventurera de sus gestores. La verdad es que cuesta tomarse en serio a quien actúa con tanta ligereza y hoy dice una cosa y mañana proclama la contraria. Por citar a Kundera, tanta levedad va camino de resultar insoportable.