La libertad de los sistemas

03/10/2015 - 23:00 Jesús Fernández

La democracia no es un sistema más sino el protosistema o el sistema básico y original en el que encuentran su sentido todos los demás que pasan a ser subsistemas. Los llamados sistemas (económico, educativo, político) vienen a superponerse a la libertad. Ella es algo natural mientras que los otros son temporales, convencionales, históricos, culturales y hasta generacionales. La libertad no es un sistema sino el fin como finalidad de todos los sistemas. Sin embargo, muchos ciudadanos se sienten hoy prisioneros, esclavos de los sistemas que secuestran, en vez de servir, a la libertad. La ambición es al poder como el hambre a la comida. Cuando la libertad es lo más en democracia, todo lo demás es lo de menos. Es mentira que la libertad sea sólo libertad y que la democracia sea sólo democracia pues se ha politizado todo, incluida la libertad. Todo hombre vive en unos sistemas y condiciones. En nuestra cultura actual, la libertad da forma y figura, contenido y límites a cualquier sistema. Por eso aludimos, muchas veces, a sistemas de libertad en democracia en el sentido de que ellos articulan y facilitan el ejercicio de la única libertad existente en el hombre. Si los diferentes sistemas en democracia no sirven a la libertad de los ciudadanos, no sirven como sistemas pues ellos preforman las posibilidades del hombre para elegir entre una cosa y otra. Al mismo tiempo, los sistemas sociales ponen en peligro la libertad con estructuras de monopolio excluyente, nacionalización de servicios, supresión de iniciativas, derogación de la competencia, confiscación de libertades, colectivización o estatalización de bienes y actividades. Los criterios de verdad o falsedad, los valores de bien o de mal, los derechos de justicia e injusticia, no existen de manera absoluta sino que están todos condicionados por los sistemas, por el contexto socio-cultural Sin embargo, la sociedad no podría existir sin los diferentes sistemas pues ellos facilitan la coordinación y la visión unitaria de la vida en común a la que tienen que adaptarse los intereses o la visión particular. La sensación actual más generalizada es lo que se puede llamar “la debilidad del yo”. El individuo se siente indefenso frente a la fortaleza de los sistemas como expresiones del poder estatal y no de la voluntad general. Algunos apuntan a que, en la democracia actual, los sistemas están en recesión. Por el contrario, otros creen en su capacidad de represión y de control ha aumentado considerablemente. Por ello, la crítica y la oposición se hacen muy difíciles en nuestro tiempo. También los sistemas tienen sus intereses que son los de aquellos individuos o sectores que los alimentan y mantienen. La autonomía y libertad desaparecen en la invasión de los sistemas. Es necesario una cultura del dialogo.