La mentira en política

02/12/2013 - 00:00 Jesús Fernández González

 
   
 La primera y más grande aspiración del hombre es siempre conocer la verdad. Toda su acción, producción y creatividad tienen que servir para alcanzar ese deseo. La ciencia, la economía, la educación, la política son instrumentos de la verdad. Eso no se da en nuestros días cuando la mentira y el engaño, las falsas promesas y la falta de sinceridad y compromiso dominan todas las estrategias sociales y de masas considerando a los ciudadanos no como personas racionales sino como piezas de un engranaje social variable y convertible. El conflicto entre la verdad y la política ha llegado a su máxima expresión en nuestros días. El poder se interpreta actualmente como la capacidad de derogar la verdad racional y la de los hechos. La actividad política y de los políticos es la mayor fuente de engaños y el nicho más grande de fraude, de ambigüedades, incertidumbres, desconfianzas e inseguridades.
 
  El espectáculo del conflicto entre verdad y política es indigno y vergonzante demostrando la miseria moral y la decadencia de los valores de una sociedad. Por el contrario, el derecho a la verdad es uno de los primeros derechos a reconocer por el Estado y a reivindicar por parte de los ciudadanos. Pero nadie se preocupa de ello. Sólo parece interesar la “materialidad” de los derechos humanos como prestaciones y no su formalización o ajuste en relación con la verdad y la justicia. El Estado y la democracia moderna se entienden como un intercambio constante de verdades y opiniones entre los ciudadanos y los gobernantes.
 
  En eso consiste la ciudadanía actualmente. Si ese flujo de información recíproca se interrumpe y se contamina de engaños y mentiras, se rompe la cadena de confianza y credibilidad en que se basa la acción política y la democracia. La relación o presencia de la mentira en política destruye el noble fin de la misma. No cabe tampoco acudir a la distinción entre verdad filosófica, verdad moral y verdad política. La verdad es única y tiene que infundir y animar todos los órdenes de la intervención humana. Sin verdad no hay política. No hay opinión pública que no esté basada en la verdad. Tampoco podemos decir que la verdad dependa de una elección de la libertad pues es la verdad la que nos hace libres y no viceversa. Muy al contrario, la mentira es un fracaso y una perversión de la libertad.
 
  Es muy extraño que la capacidad de decir la verdad nunca se contabiliza entre las virtudes de los gobernantes anteponiendo siempre la primacía y el valor de las estrategias. Más aún, se piensa que con la verdad nunca se va a poder cambiar al mundo. ¿Qué extraños intereses dirigen y predominan en nuestro tiempo para no tener en cuenta la veracidad de los acontecimientos? Parece que la verdad nunca interesa pues se cree más en la fuerza de la mentira que en la eficacia de la verdad. Además, en política se juega con la verdad histórica. Ahí sí que caminan unidos poder y verdad. El vencedor, el poderoso, impone su verdad de lo sucedido reconstruyendo la realidad a su conveniencia. La verdad no está hoy al alcance de todos y lo más peligroso es asistir a las diferentes organizaciones de la mentira convertida en sistema social. En este contexto de manipulación y presentación colectiva de la falsedad, no puede haber verdadera democracia basada en la confianza mutua en torno a la verdad.