La mochila de Rubalcaba

13/12/2010 - 00:00 Antonio Pérez Henares

 
A día de hoy pareciera que la única que cree en todo el PSOE que Zapatero va a ser su candidato en las próximas elecciones generales es Leire Pajín. Y aun ella tras el cariñoso pellizco de Rubalcaba en el mitin de Valencia debe empezar a tener ya sus dudas. Aunque quizás lo más curioso sea el caso del propio protagonista. ¿Sabe Zapatero que no se va a presentar? A lo mejor, él tampoco lo sabe. Lo cierto es que, aunque nada hay más voluble que la psicología política, es que al presidente se le da ya por amortizado y lo único que se discuten son los plazos. Cada vez se visualiza más y de más clara manera. En el conflicto de los controladores ha sido evidente. No sólo no apareció por parte alguna sino que cuando lo hizo en el Congreso es porque no le quedó otro remedio. Se pretendía que lo hiciera, ¿cómo no?, Rubalcaba. Pero al final los juristas de la Cortes señalaron, tras dos consultas, que eso no podía ser con una declaración de estado de alarma y Bono hubo de comunicar que su comparecencia era preceptiva. Que, además, si no lo hacía, la oposición encabezada por el PP, lo traería de las orejas a la Cámara. Por si ese gesto no fuera suficiente, este fin de semana otro hecho inusual ha venido a sumarse y este en clave de partido. El mitin de proclamación del candidato a la Generalitat Valenciana, Jorge Alarte (que posiblemente ni les suene aunque lleve ya bastante tiempo allí como presunto líder del PSOE valenciano) no lo presidió Zapatero como secretario general sino, otra vez, Alfredo Pérez Rubalcaba, que orgánicamente es uno entre tantos de la Ejecutiva. O sea, que don Alfredo parece ya mandar no sólo en el Gobierno sino que parece hacerlo también en el partido. Manda ya tanto que Pepe Bono ha dicho que incluso más de lo que todos suponemos. No es un vicepresidente poderoso, eso lo fue durante muchos años María Teresa Fernández de la Vega. Es muy diáfano que Rubalcaba es otra cosa. Una especie de co-presidente, a la espera del momento y forma de quitarse además el co de encima por más que diga que no, que su carrera está al final y que le quedan unos telediarios para el retiro. Nadie lo cree. Aunque y en frío. Esa es una y otra que Rubalcaba, aparte de las necesidades y agobios que parecen señalar lo inexorable de tal medida, sea un cartel presentable en unas elecciones generales salvo como simple parapeto de limitar unos daños y dar casi por perdida la batalla. Como candidato tiene múltiples contraindicaciones. Son muchos años y una mochilla cargada a rebosar de asuntos más que turbios. Que sea el que genere hoy ilusiones da prueba de hasta qué punto el proyecto Zapatero y de su equipo está totalmente desabordado. .