La muerte como recurso

03/03/2019 - 12:38 José Serrano Belinchón

El suicidio asistido también resulta cruel. 

  No sé si con éste, o con otro similar título, la idea fue para mí motivo de comentario en otra ocasión. La vida es el don gratuito con el que nacemos aquellos a los que se nos ha permitido nacer. Es éste, el de la propia vida, el privilegio que el hombre suele defender por encima de todos los demás, y del que ni siquiera el mismo tiene derecho a disponer. La vida ocupa el primer lugar entre los derechos inviolables del hombre; un concepto fuera de cualquier opinión, pero que en ciertos momentos de la historia surge con mayor reiteración y virulencia. 

            Cerca de cuarenta mil suicidios se producen en Japón a lo largo del año. Cada quince minutos se apea del tren de la vida un japonés por término medio. Los llamados “pactos de la muerte colectiva” tomaron claros caracteres de contagio entre la juventud japonesa. Experiencia que tuvo su origen en la ciudad de Minano, cerca de Tokio, al ser encontrados dentro de un coche los cadáveres de cuatro chicos y tres chicas que habían inhalado voluntariamente monóxido de carbono, sistema conocido por los japoneses como la “muerte dulce”.

         La cultura de la muerte la encontramos hoy envuelta con el ropaje del consumo y del bienestar, cuya mas clara enseña es la indigencia moral, la violencia agresiva, producto inmediato del hedonismo y del materialismo propios del “todo vale”, del todo está permitido a los que vivimos hoy, alimentado por el relativismo filosófico y moral, y por el laicismo dominante que con frecuencia comprobamos, cuando no lo imponen, algunos estados del llamado primer mundo.

            Recuerdo cómo hace años, tal vez diez, decidió abortar la actriz británica Emma Beck, optando por suicidarse poco después. Sus parientes hallaron junto al cuerpo de la actriz una nota en la que se podía leer: ”La vida es para mí un infierno, yo nunca debería haber cometido este espantoso crimen; hubiera sido una buena madre. Deseo estar con mi bebé, necesita de mí más que nadie”.

            El suicidio asistido también resulta cruel. Quienes los han visto, cuentan con horror que en los vídeos de estos suicidas se ve cómo la congoja y el sufrimiento son terribles, que la muerte a veces tarda en llegar, entre convulsiones y opresiones. Pero sigue siendo uno más de los signos de nuestro tiempo. No es fácil encontrar un periódico, ver o escuchar las noticias de un día, en donde la muerte violenta no tenga su espacio. Una espantosa lacra para la humanidad, precisamente cuando en el mundo se cuenta con medios para vivir mejor, cuando el hombre tiene menos motivos para comportarse de esa manera.