La nueva anormalidad

30/04/2020 - 14:02 Jesús de Andrés

La “nueva normalidad” se ha colado en nuestras vidas confinadas casi sin darnos cuenta, a través de los telediarios y de la prensa móvil.

Apenas lleva unos días con nosotros y es posible que ya estén hartos de oír hablar de ella. La “nueva normalidad” se ha colado en nuestras vidas confinadas casi sin darnos cuenta, a través de los telediarios y de la prensa móvil. Ponga donde ponga uno la vista o el oído, allí está esa expresión, ese concepto con resonancias orwellianas que tiene la pretensión épica de los grandes acontecimientos históricos pero se queda en latiguillo de eco soviético, en otro eufemismo que echarnos a la espalda. Más allá de la desescalada -término acuñado también estos días-, la “nueva normalidad” aspira a definir una nueva realidad, como el “nuevo orden internacional” que George Bush anunció allá por 1991, el “fin de la Historia” con el que Fukuyama pregonó -prematuramente- la victoria planetaria del liberalismo o el clásico “nuevo hombre soviético”, dechado de supuestas virtudes que fue abono fértil para el sarcasmo de la disidencia.

Se definen las fases para el regreso a un futuro postapocalíptico, al que llegaremos como esos protagonistas de ciencia ficción que vuelven, siendo el mismo, a un planeta distinto del que salieron, como los emigrantes que regresan de nuevo a su tierra y se sienten extraños, en una realidad que ya no es la suya. Distancias de seguridad, mascarillas, protocolos sanitarios, nada de contacto, bares sin gente, guantes de goma, aforos limitados, soluciones hidroalcohólicas, desconfianza, higienización reforzada, gel desinfectante, gestión de residuos y aire, mucho aire, que corra el aire. Todo menos normalidad, a menos que nos quieran convencer de que esta distopía es lo que nos espera de aquí en adelante. Como todo eufemismo que se precie, en su contradicción intenta esconder la realidad: porque si es nueva no será normal, y si es normal no será nueva. No hablamos de normalidad, hablamos de anormalidad.

Aunque algunos ya están encendidos despotricando, hay que aclarar que no es un producto “Made in Spain”, que la globalización, además de virus, generaliza expresiones, sobre todos cuando apelan a la corrección política. La humanidad se enfrenta a un futuro de incertidumbre, de no saber qué pasara. El homo normalem -así seremos, quién sabe, denominados- será distinto al que fue encerrado el pasado invierno. La nueva normalidad será el futuro radiante de la humanidad en el que poco habrá de nuevo y mucho menos de normal. Habrá que reinventarse, como ha ocurrido después de cada crisis, aunque ya sabemos que eso al final equivale a adaptarse a ir a peor. Tendremos que aguantar a los cenizos, pero también al positivismo tóxico de quienes nos imponen ser felices. Volverá la provincia como unidad de medida (¡ay, las autonomías!). Criticaremos al vecino porque él, lo sabemos, nunca cumple las normas. Seremos como siempre, con normalidad o sin ella.