La nueva cultura empresarial

24/09/2012 - 13:28 Jesús Fernández


El trabajo es una dimensión tan esencial al hombre que cualquier cambio o modificación de su organización repercuten inmediatamente en las relaciones sociales que son, por eso mismo, relaciones laborales. El trabajo es un concepto o subsistema de la noción más amplia que llamamos, alternativamente, clima laboral o cultura empresarial. Los procesos de cambio son inherentes a la vida económica y ocupacional. Y nos encontramos en un momento de ese gran cambio en la vida de la empresa dentro del llamado sistema capitalista y de producción. Todo está sometido a la contingencia y fragilidad. El sentimiento de propiedad laboral o seguridad en el empleo ya no existe.

  Todos creíamos que el puesto de trabajo era mío con todas las connotaciones en torno a él como pueden ser salarios, formación, tiempos, duración, beneficios, prestaciones, entorno. El derecho de propiedad se ha ampliado mucho en el mundo moderno afectando no sólo a bienes materiales sino a elementos culturales y sociales. Nos pertenece todo.

  En base a ese principio o convicción organizábamos el resto de las condiciones de vida y personalidad convirtiendo el futuro en presente y despejando de cualquier duda nuestro provenir. La trazabilidad profesional era el resultado de una fórmula automática muy sencilla: formación, edad y empleo. El trabajo era una proyección segura. La situación económica actual de incertidumbre ha cuestionado todas las premisas vigentes hasta ahora y, en adelante, habrá que buscar otras condiciones sociales del trabajo. Todo ese escenario ha cambiado. Necesitamos una nueva cultura empresarial que unifique en una visión a la sociedad, a la organización, a la empresa, a los directivos y a los trabajadores.

  Ya no hay clases sociales sino funciones. La primera empleadora es la sociedad en general. Ella tiene la difícil función de crear un orden natural laboral, unas condiciones de empleabilidad favorables a la organización del trabajo y de la producción que realizan los emprendedores considerados ahora, más que en tiempo de Adam Smith (1776) como la riqueza de las naciones. Todo es nuestro menos el bien común que es de todos. Esto rompe con los esquemas de una mentalidad tradicional donde lo común era lo que faltaba o sobraba de lo mío. La sociedad tiene la responsabilidad de crear y difundir una cultura laboral, promover los valores de la contribución y solidaridad, mediante el trabajo, al desarrollo y bienestar de la comunidad mediante la productividad.

  La actividad reguladora de los gobiernos es muy importante en esta promoción de valores. Las organizaciones tienen que fomentar el espíritu emprendedor y la capacidad de iniciativa que se refleja en la creación de empresas como equipos humanos de colaboración, de formación y de innovación. En especial necesitamos un nuevo diseño del ambiente o del entorno laboral y del trato en la empresa y en la administración donde la distancia entre directivos y trabajadores no sea tan grande. Hay que trabajar unos al lado de los otros y no unos sobre los otros.

  Es necesario fomentar mucho el diálogo en las empresas y en las corporaciones intercambiando información. Sobre todo tiene que reinar la claridad y la transparencia en los numerosos procesos de fusión, absorción, deslocalización, cambio de dirección. Hay que combatir el clima de inseguridad que se instala en los trabajadores y que repercute primero en su motivación y finalmente en su rendimiento. La flexibilidad no atenta contra la seguridad. La única enemiga de la seguridad en el. trabajo es la falta de ética empresarial donde todo está inspirado y movido por el egoísmo y el beneficio como único fin de la filosofía del capitalismo.