La otra vicepresidenta
01/10/2010 - 09:45
El comentario
Fernando Jáuregui Periodista
Leo un análisis que publica un importante diario catalán en el que se afirma que Elena Salgado ya es, de hecho, el número dos del Gobierno de Zapatero, en lugar de María Teresa Fernández de la Vega.
Y argumenta ese diario que el hecho de que la portavoz del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, haya elegido a Salgado para dirigir contra ella sus dardos semanales en las sesiones de control parlamentario, ninguneando a la vicepresidenta primera, Fernández de la Vega, está sirviendo para consolidar esta presencia de Salgado, teóricamente número tres, como número dos. Leyendo estas cosas y escuchando algunas hipótesis parecidas en tertulias de radio y televisión, uno se ve obligado a preguntarse qué maniobras orquestales en la oscuridad se están produciendo estos días, de cara a los cambios que previsiblemente se avecinan: quién trata de promocionar a quién y quién de hundir a quién, y por qué. Nada nuevo bajo el sol: ocurre siempre en estas circunstancias.
Confieso mi simpatía por Fernández de la Vega. Es una mujer a la que Zapatero debe, creo, buena parte de su éxito. Lamento sus patentes malas relaciones con su compañera en la vicepresidencia, Salgado, a la que también adornan méritos, entre ellos el de estar cabalgando un tigre salvaje e imprevisible, pero entre cuyas virtudes no se puede contar el de poseer un carácter fácil. Puede que este carácter ayude a la super económica a mantener un perfil agresivo, más agresivo que el de Fernández de la Vega, en sus rifirrafes parlamentarios con la correosa Sáenz de Santamaría, unos duelos que, por su ferocidad, empiezan a apasionar -en la medida en la que estas cosas apasionan_a la opinión pública.
Si uno se atiene a la crónica política de las fotografías, parece obvio que Zapatero se siente estos días mucho más cerca de Salgado que de la vicepresidenta primera, sistemáticamente ausente de unas sesiones parlamentarias en las que la oposición la ningunea. Cabría preguntarse y preguntarle al presidente del Gobierno si es la oposición la que le marca las pautas de esa inapelable remodelación ministerial que él dice -pero yo no le creo_ que no tiene planeado hacer. O si son algunos ex ministros, con cuentas pendientes de arreglar con el antes jefe, como Jordi Sevilla, quienes deben decir, en entrevistas concedidas a revistas de papel satinado, quiénes tienen posibilidades de entrar y/o de salir del Ejecutivo.
Mentiría, claro -todos mentirían-, si dijese que tengo la menor idea de lo que pretende hacer la esfinge ZP en lo tocante a crisis de su Gabinete. Es un tema que solamente a él le compete. Sospecho que no le quedará más remedio que emprender, y a demás a corto plazo, cambios a fondo. Pero siempre que el presidente del Gobierno -Suárez, González, Aznar- se ha deshecho o se ha distanciado del número dos que le ayudó a subir, comenzó su declive. Y yo creo que, a menos que realice piruetas que hoy por hoy no son imaginables, Zapatero puede estar iniciando su declive, por mucho que las torpezas de sectores de la oposición traten, paradojas de la vida, de impedirlo. ¿O no es verdad, Jaime Mayor Oreja?
Confieso mi simpatía por Fernández de la Vega. Es una mujer a la que Zapatero debe, creo, buena parte de su éxito. Lamento sus patentes malas relaciones con su compañera en la vicepresidencia, Salgado, a la que también adornan méritos, entre ellos el de estar cabalgando un tigre salvaje e imprevisible, pero entre cuyas virtudes no se puede contar el de poseer un carácter fácil. Puede que este carácter ayude a la super económica a mantener un perfil agresivo, más agresivo que el de Fernández de la Vega, en sus rifirrafes parlamentarios con la correosa Sáenz de Santamaría, unos duelos que, por su ferocidad, empiezan a apasionar -en la medida en la que estas cosas apasionan_a la opinión pública.
Si uno se atiene a la crónica política de las fotografías, parece obvio que Zapatero se siente estos días mucho más cerca de Salgado que de la vicepresidenta primera, sistemáticamente ausente de unas sesiones parlamentarias en las que la oposición la ningunea. Cabría preguntarse y preguntarle al presidente del Gobierno si es la oposición la que le marca las pautas de esa inapelable remodelación ministerial que él dice -pero yo no le creo_ que no tiene planeado hacer. O si son algunos ex ministros, con cuentas pendientes de arreglar con el antes jefe, como Jordi Sevilla, quienes deben decir, en entrevistas concedidas a revistas de papel satinado, quiénes tienen posibilidades de entrar y/o de salir del Ejecutivo.
Mentiría, claro -todos mentirían-, si dijese que tengo la menor idea de lo que pretende hacer la esfinge ZP en lo tocante a crisis de su Gabinete. Es un tema que solamente a él le compete. Sospecho que no le quedará más remedio que emprender, y a demás a corto plazo, cambios a fondo. Pero siempre que el presidente del Gobierno -Suárez, González, Aznar- se ha deshecho o se ha distanciado del número dos que le ayudó a subir, comenzó su declive. Y yo creo que, a menos que realice piruetas que hoy por hoy no son imaginables, Zapatero puede estar iniciando su declive, por mucho que las torpezas de sectores de la oposición traten, paradojas de la vida, de impedirlo. ¿O no es verdad, Jaime Mayor Oreja?