La paz rota

24/07/2011 - 00:00 Charo Zarzalejos

 
Noruega, al igual que los demás países nórdicos, es un país "aburrido". Nunca, aparentemente, pasa nada. Sus calles están inmaculadas, sus gentes son ordenadas y contenidas, sus servicios sociales resultan envidiables y allí los niños no nacen con un pan debajo del brazo. No, nacen con la vida prácticamente resuelta aunque nada impide que el índice de suicidios sea más que significativa. Nunca pasa nada, hasta que pasa. Y ha ocurrido una auténtica masacre cuyas circunstancias auténticas, a la hora de escribir estas líneas, están por concretar. Se nota que los noruegos, no sé bien si porque nunca pensaron que esto les podía ocurrir a ellos o si el frio del clima influye--¡claro que influye¡-- pero me resulta curioso, casi sorprendente la escasa ansiedad que están demostrando por tener información. Todo a cuenta gotas, relatado con extrema precisión y frialdad, si apenas boato de solemnes y dolidas ruedas de prensa. Sin protagonismos políticos ni siquiera para realizar declaraciones de condolencia. Nada que ver con nosotros, acostumbrados al horror de los crímenes indiscriminados y, como buenos latinos, propensos a la impaciencia y a mostrar, sin disimulos, nuestros miedos y nuestras rabias.

  La paz del país en el que nunca pasa nada ha quedado rota y aunque sea duro decirlo, en cierto modo Noruega ya forma parte de la trágica y cruel "normalidad" que trata de imponer el terrorismo basado siempre y sin excepción alguna en el fundamentalismo. No hay extremismo bueno. Sea cual sea su origen o inspiración sus móviles siempre son abominables y sus métodos crueles. Para los fundamentalistas, para aquellos que creen que el mundo sólo es y debe ser como ellos lo imaginan, los "otros" no son, no somos personas, solo meros objetivos y con la misma frialdad que colocan un inmenso explosivo, se lian a tiros contra jóvenes reunidos en una isla. No hay país, no hay sociedad que pueda sentirse ajena e inmune al paroxismo de quienes están dispuestos a matar. Noruega y los noruegos han descubierto de manera cruel que ellos también forman parte del mundo. De este mundo.